Los consumidores de productos agropecuarios son cada vez más exigentes: quieren saber que es lo que consumen; conocer cómo se fabricó, cómo se elaboró y cuál es el origen de ese producto. Actualmente el cultivador debe ir acomodándose a estas exigencias y cumplir ciertos requisitos para poder vender lo que produce.

Como venimos diciendo desde hace mucho tiempo en esta columna, no es ninguna novedad que el consumidor de productos agropecuarios es cada vez más exigente y por ende reclama a los integrantes de la cadena comercial ciertos productos que deben cumplir con las normas de calidad e inocuidad.

En este sentido, el mundo productivo se vino adaptando al estándar mundial y todos los años se encuentran cumpliendo con normativas de producción que aseguran que lo que cosecha o produce en su sistema cumpla con lo dispuesto por el consumidor.

Cuando alguien produce un bien de origen vegetal o animal sabe, o por lo menos deduce, que el consumidor es el último eslabón de una cadena productiva y que paga por lo que quiere llevarse a la boca. Y es él quien exige que los productos agropecuarios cumplan con lo que pide y por ello está dispuesto a abonar el precio.

Las normas de calidad que existen en el mundo, que son muchas y variadas, son generadas por las propias cadenas comercializadoras que actúan en diversos mercados internacionales. Todas piden que los alimentos cumplan con la calidad, pero sobre todo con la inocuidad, y para ello el sistema productivo debe cumplir con normativas que especifican qué se debe hacer y acentúan sobre lo que “no se debe hacer”. Actualmente, los mercados exigen a los productores que manejen un sistema productivo amigable con el medio ambiente. En ese marco, piden productos libres de residuos de agroquímicos y fertilizantes, que cumplan con las normativas de aplicación y en muchos casos lo consiguen sin el uso de productos de síntesis, es decir, productos orgánicos. El caso de estos últimos, la demanda crece día a día, pero la mayoría no los consumen porque no hay para todos o porque el precio está fuera de su alcance.

Sin agroquímicos ni fertilizantes

Pero igualmente esta mayoría de consumidores exigen que lo que consumen sean productos inocuos y que tengan la garantía de no tener residuos de agroquímicos y fertilizantes. Así que se deben cumplir con las normas que aseguren esta condición.

En este contexto, el productor debe tener en cuenta que el uso de plaguicidas y fertilizantes debe ser realizado a conciencia y usar productos y dosis que no atenten contra el medio ambiente y el consumo final de los frutos.

En el caso de los fertilizantes para diferentes cultivos existen procedimientos para hacer más eficiente su uso y asegurar que la necesidad nutricional del cultivo se cumpla de manera correcta y que no genere lixiviación del fertilizante en exceso ni lleve algún residuo en el producto cosechado.

El seguimiento nutricional consiste en evaluar de forma continua a lo largo de todo el proceso productivo, los riegos, el programa de fertilización y la respuesta de la planta a los mismos, optimizando así el manejo aplicado a cada uno de estos puntos.

El principio fundamental del seguimiento es el control exhaustivo de la absorción y asimilación de elementos por parte de la planta. Esto se logra estudiando la dinámica de los iones en el perfil radicular, así como su relación con la composición foliar de las plantas a lo largo de todo el período de rusticación de las mismas. Este es un procedimiento que se utiliza en todo el mundo con gran éxito y actualmente en nuestra provincia se lo está aplicando en las plantaciones de citrus y de arándanos.

La evaluación continua de la dinámica de iones en el perfil se lleva a cabo mediante el análisis y estudio de la solución de suelo extraída con dos sondas de succión ubicadas dentro del bulbo húmedo (una a los 20 cm y otra a los 40-50 cm), mientras que la evaluación nutricional de la planta se determina por medio de los análisis foliares sucesivos.

Al relacionar la dinámica de los iones en el perfil con los valores foliares de las plantas, se puede conocer las necesidades reales de la planta en cada momento y a lo largo del ciclo, cual es el fertilizante y/o la solución fertilizante más adecuada y conocer que es lo que la planta no aprovecha, minimizando así los costos y la contaminación.

Este sistema nos permite evaluar rápidamente el impacto de las decisiones técnicas tomadas, respecto del riego, las fertilizaciones y los sustratos usados y se pueden minimizar los posibles impactos económicos y los posibles impactos fisiológicos, potenciando la productividad del cultivo en la cual estamos utilizando este sistema.

Para mantener la calidad e inocuidad de un producto a consumir, es necesario actualizarse de las últimas técnicas disponibles al respeto.