Desde la sala de cuidados especiales de la Unidad de Trasplantes, Marta Ojeda, de 54 años, a través del muro vidriado sigue atentamente los movimientos de nuestro fotógrafo Héctor Peralta y del equipo que le realizó el injerto renal. No se acuerda sus nombres, pero los identifica cuando dice casi en secreto: “ahí están mis dotorcitos; todos son buenos y cariñosos, me atienden muy bien..., pero parece que me tengo quedar más días por un problemita en el pulmón... No entiendo bien estas cosas...” .

Su timidez y su hablar campechano y limitado delatan la condición humilde y la escasa instrucción que tiene. Pero a falta de palabras le sobra dulzura. Contó a LA GACETA que vive en Gastona Norte, que tiene ocho hijos, y que no se acuerda el nombre de todos. Etelvina, es la mayor y tiene 39 años, y Lucas es el menor y cumplió 18... “Me crié pelando caña y mis hijos trabajan en cortadas de ladrillos... Estuve cuatro años en diálisis y ahora me dicen que con la operación que mi han hecho quedé bien...”, comenta con voz apagada. “¿Usted sabe? Nunca i tenío miedo, siempre i estao tranquila porque siempre i confiao en los médicos... Ponga que le doy muchas gracias a la familia que mi a donao el riñón de su pariente muerto, pobrecita esa gente, tan buenita qui había sio....”, solicita al despedirse.

A la salida, la doctora Fabiana Seu, jefa de la Unidad de Trasplante Renal, comentó: “La gente ya nos identifica. Y lo más importante de nuestra tarea es poder solucionarle un problema de salud a familias de escasos recursos y sin obra social”.

El trabajo del equipo no sólo consiste en educar al paciente y a su entorno familiar en cómo debe ser el postoperatorio, el posimplante, sino también en procurarle una vivienda digna, en ayudarle a crear el hábitat que requieren los pacientes inmunodeprimidos. Le enseñamos a la familia a cuidar al paciente de por vida, y esa educación se la extiende luego al resto de los parientes, amigos y vecinos del barrio. Todos aprenden algo de higiene”, destacó la médica.

El doctor Jorge Valdecantos, subdirector del Hospital Padilla y cirujano del equipo de trasplante, aclaró que la paciente “Marta Ojeda tenía dificultad para realizarse la diálisis porque presentaba problemas en sus accesos vasculares y esta situación hizo que adquiriera cierto grado de emergencia. Este tipo de paciente hace trombosis, tiene venas pequeñas o muy dañadas, entre otros problemas. Sin embargo, hay pacientes que están más años en diálisis y no presentan estos inconvenientes”.

Tarea del Cucai
La jefa del Cucai Tucumán, que ahora realiza tareas de fiscalización y administrativas, Natalia Grinblat, dice que gracias a la unidad de trasplante del Padilla aumentó el número de donantes y de ablación e injertos en la provincia. “Tucumán tiene 1.433 pacientes en diálisis, por lo que necesitamos más personas que donen sus órganos en vida para después de la muerte. En el Cucai-Tucumán 246 esperan riñón; 45 aguardan hígado; 81, córneas; tres: riñones y páncreas; dos pacientes esperan pulmones y uno, hígado y riñones. En tanto, en el país hay 7.724 que esperan trasplante de distintos órganos, y otros 3.367 necesitan córneas.