El Congreso de la Independencia se reunió, como es sabido, desde marzo de 1816. Varios meses antes, en junio de 1815, Tucumán designó sus diputados, de acuerdo a un peculiar sistema. La capital debía elegir 4 electores y 1 por cada curato. Estos, en consorcio con el Cabildo, formaban la asamblea. Y esta última, por simple mayoría, designaría finalmente a los diputados.
En realidad, a Tucumán le correspondían 3 en vez de 2, atendiendo a sus servicios en la Guerra de la Independencia. Pero los problemas que se suscitaron en la elección, fueron tantos que, dice el acta, “llegaron a cansar la atención del Congreso”. A causa de esto, sólo se incorporaron dos diputados por Tucumán, ambos eclesiásticos: los doctores Pedro Miguel Aráoz y José Ignacio Thames.
Después (enero de 1817) el Congreso trasladó sus sesiones a Buenos Aires. En setiembre de 1818, el canónigo Thames se vio forzado a dejar la banca. Según el certificado, que transcribe Ávila, expedido por el médico porteño Juan Cayetano de Molina, el diputado tucumano estaba afectado por hemorroides, “malas digestiones y acedias casi diarias, que le impiden el cumplimiento de sus deberes.”
Y, agregaba el licenciado Molina, “aunque se le han administrado interiormente los adecuados específicos, y aplicado exteriormente los tópicos más activos y enérgicos, nada se ha conseguido, pues sus causas están permanentes y subsistirán en él en tanto no mude temperamento y vuelva a aspirar sus aires patrios atmosféricos, capaces de volver a entonar sus sólidos y glusificar sus líquidos”.