En la localidad tucumana de Valderrama, a comienzos de 1899, el diputado provincial Lisandro Aguilar descubrió a un anciano centenario, reliquia de la guerra de la Independencia y de las luchas civiles. Se llamaba Hipólito Suárez. El periodista José S. Álvarez (“Fray Mocho”) le hizo un reportaje que publicó, con su fotografía, en la revista “Caras y Caretas”, el 2 de febrero de ese año.

En Valderrama, apodaban a Suárez “El descubridor”. Tenía 106 años y vivía en el mismo rancho donde nació. Tenía grado de sargento de los Húsares de Gregorio Aráoz de La Madrid. Y afirmaba que estuvo en todas las acciones libradas entre la batalla de Tucumán de 1812 y la de Pozo de Vargas en 1867. Fue, con el coronel Albornoz, uno de los contados sobrevivientes del desastre de Angaco.

Recordaba a Belgrano, a San Martín, a Lavalle, a Paz, a Dorrego y a todos los oficiales de esa época. Guardaba especial simpatía por La Madrid. En la campaña a sus órdenes, hasta Potosí, contaba que “nos pasamos dos años sin que la patria nos diera ni un cigarrillo y nadie protestó ni echó un pie atrás”. Decía: “Yo nunca he cobrado sueldos, ni la patria se ha acordado de pagármelos; y hasta creo que a pesar de haberla servido 56 años seguiditos, ni figuro en las listas ¡Como para listas y apuntes nos tenían los enemigos!”.

No se hacía ilusiones ya. “Quedará de mí lo mismo que ha quedado de los miles de hombres que penaron y sufrieron para fundar esta patria. ¡Quién se acuerda de tanto pobre que se desnucó bajando un cerro para llevar una orden, o a quien dejaron seco de un lanzazo o de un tiro en un cruce de caminos!”.