Millones de personas siguen admirando sus grandiosos frescos de la Capilla Sixtina y su cúpula de San Pedro, famosos en todo el mundo. Su escultura de mármol de David, en Florencia, es una obra de arte y símbolo de la herencia cultural italiana. Miguel Ángel Buonarroti, polifacético y profundamente religioso, murió en Roma hace 450 años, el 18 de febrero de 1564, cuando tenía 89 años.

Pintor, escultor, arquitecto y poeta, Miguel Ángel se convirtió en uno de los mayores representantes del Renacimiento. Aunque nació en la Toscana, su vida transcurrió entre Florencia, Bolonia, Carrara y Roma, y fue en ésta última donde pasó sus últimas décadas. Florencia, su Florencia, le rinde homenaje ahora confrontando obras de Jackson Pollock con sus precisos trabajos, informa la agencia DPA.

Su incesante búsqueda de la belleza perfecta permanece como una referencia siglos después y su David de cuatro metros sigue estando considerado un ideal estético. Hijo de un funcionario acaudalado de Caprese, Miguel Ángel despreciaba comerciar con el arte. Y eso que los poderosos de la época se peleaban por él, después de que los Medici le hubieran apoyado en sus primeros años y le acogiesen en su círculo.

Además de perfeccionista, Miguel Ángel era infatigable y quería ser dueño de su destino. Tras los primeros relieves realizados en Florencia en su juventud, “debutó” en Roma con una escultura de Baco y la Pietà (Piedad) que se encuentra en la Basílica de San Pedro. Tras el cambio de siglo y de vuelta en Florencia, selló su camino a la fama con su colosal David.

Pero la obra maestra de mármol no sería la que definitivamente le hizo inmortal. De ello se ocupó el papa Julio II, que se llevó a Roma al artista, al que encargó pintar la bóveda de la Capilla Sixtina con frescos de escenas bíblicas. Los más de 800 metros cuadrados de superficie estuvieron listos tras cuatro años (1508-1512) y mucho trabajo, con escenas como la separación de la luz de las tinieblas, el pecado original o el Diluvio Universal. Cinco siglos después, los cónclaves para elegir un nuevo Papa siguen celebrándose bajo esas famosas pinturas.

Desnudos

Décadas después, Miguel Ángel todavía pintó otra obra maestra, que además generó controversia: el Juicio Final de la pared del altar de la Capilla Sixtina. En el grandioso fresco original creado por Miguel Ángel aparecían algunos hombres desnudos, a los que posteriormente se les pintaron ropajes y que a punto estuvieron de ser borrados. Esas obras del maestro toscano fueron restauradas entre 1982 y 1994.

A partir de este año y coincidiendo con el aniversario de la muerte de Miguel Ángel, sus obras en la Capilla Sixtina serán iluminadas con 7.000 diodos luminosos (led) de una forma suave y con rayos de luz casi imperceptibles que no cegarán a los visitantes.

Entre las grandes obras que Miguel Ángel dejó como herencia están también las tumbas de los Medici en Florencia, el Cristo de la iglesia de Santa María sopra Minerva de Roma y el Moisés que realizó para la tumba del papa Julio II y que se encuentra en la iglesia San Pietro in Vincoli, también en la capital italiana.

Pero Miguel Ángel no pudo ver completada la obra que pondría el broche final a su carrera. La Basílica de San Pedro, con su maravillosa cúpula, en construcción desde 1564, no concluyó hasta después de su muerte.

El amor más sensual

Miguel Ángel pretendía interiorizar las teorías neoplatónicas del amor, haciendo grandes esfuerzos para conseguir un equilibrio emotivo que pocas veces logró. Su inclinación natural por la materia, por las formas físicas -era por encima de cualquier cosa, un escultor de cuerpos-, unida a su fascinación por todo lo joven y vigoroso, emblemas de la belleza clásica, lo llevaron a decantarse por la belleza humana y el amor más sensual hasta muy avanzada su vida. Esta conflictividad enriquecedora con la que el artista vivió su deseo carnal también afloró en el enfrentamiento con su homosexualidad.