Siesta tórrida. El pavimento de la avenida Benjamín Aráoz calcina, y la sombra de los árboles del parque 9 de Julio resguarda a los valientes que miran desde el primer vehículo Dakar. No discriminan si van en carrera o son de apoyo: los gritos femeninos saludan a cada uno de los que perfora el arco azul de la avenida Papa Francisco. Entre ellos están Fátima, que trajo a su hijo y sus siete sobrinos -de seis a 12 años- de Banda del Río Salí.

Cerca del hipódromo, bajo los gazebos ellas preparan, impertérritas a 40°, papas fritas, milas, choris, empanadas o pizzas; ensaladas de fruta que venden en vasos con escudos futboleros, u ofrecen achilata, aloja y gaseosa, mucha gaseosa.

Impecables vestidos blancos clásicos con vivos verdes ajustan los cuerpos de cuatro promotoras de la Municipalidad. Estoicas, unas madres vigilan a sus hijos, encantados con la cama elástica y los juegos inflables. Amabilísimas, las chicas del stand de Tafí Viejo, de riguroso amarillo, ofrecen una limonada reparadora.

Corre la tarde; los camiones de apoyo Dakar entran sin cesar, tocando bocina y a velocidad de paseo. Recostadas en las tribunas del hipódromo, familias enteras velan enormes conservadoras, termos y mates. “Me gustan los fierros. Sigo a Terranova, a Del Soto, a Chaleco López. ¡Estamos esperando a Robbie Gordon para verlo de cerca!”, se ilusiona Luciana. Mientras, Cristina, de Los Vallistos, ceba mate y cuenta que a su marido le gustan todos los deportes. “Vinimos a colaborar con el Dakar, con todos los programas de prevención y promoción de la salud del Siprosa, y estamos atendiendo emergencias odontológicas”, explica la doctora Sandra Briz.

El sol se apiada y se retira, derrotado por el aire fresco. “¡Vine por el príncipe y acaba de pasar! -grita y se ríe Mariel, de Aguilares-. Esto es pasión. Te tiene que apasionar para venir con este calor. Es la mejor competencia del mundo”. Toda una definición. Y ellas son sólo algunas de las mujeres Dakar...