Los nervios ya pasaron, pero a Mariela Molineri todavía le duele el estómago de solo pensar en el "¿Qué hubiese pasado si..?".

1. Si hubiese frenado.

2. Si hubiese pasado un segundo antes o después.

3. Si hubiese acelerado.

Lo mismo experimenta Ricardo Cil, quien no se cansa de agradecerle a Dios que él y su hijo de 10 meses estén sanos y salvos. Ambos compartieron el milagro de que un pino gigantesco se les cayera encima de sus autos, justo en el momento que circulaban por calle Güemes, y nos les pasara nada. Eran más de las 22 cuando el viento y la tormenta comenzaron a soplar sin piedad el jueves en Yerba Buena.

Ricardo estaba sobre la avenida Aconquija esperando que su esposa comprara helado. Al ver que la cosa se ponía fea decidió manejar una cuadra hasta el estacionamiento del shopping Solar del Cerro. Lo mismo quiso hacer Mariela después de recoger a su hijo de 16 años de un bar ubicado frente a la plaza Marcos Paz. En el mismo segundo ambos doblaron desde la avenida por esa calle. "De repente todo se puso negro y sentí el golpe", contó Ricardo que iba en su Gol Country.

"¿Viste la película La tormenta perfecta? Bueno, era así, los árboles se tambaleaban de un lado a otro", comentó Mariela que esa noche circulaba en su Chery Tiggo roja.

¿Casualidad?
"Hace un mes que le ponía la sillita detrás del asiento del conductor porque se había roto el cinturón que está detrás del acompañante. Si esa noche hubiese ido del otro lado -del reglamentario- la historia habría sido trágica", reconoce Ricardo. Esa parte trasera derecha fue la más dañada: el techo quedó rozando el asiento y un tronco se incrustó por la ventana. ¿Y si su esposa hubiese estado en el auto? Unos minutos antes la había dejado en una heladería. ¿Y si no hubiese estado la camioneta de Mariela? Sirvió para amortiguar la caída y repartir el peso entre los dos vehículos.

El pino aplastó tanto el techo de su auto que las puertas no abrían. Ricardo atinó a pasarse para atrás y abrir el baúl. En ese instante el agente, Víctor Ledesma, de la policía motorizada se acercó en medio del vendaval y le preguntó si estaban bien. "Le pasé a mi hijo para que lo llevara debajo de un techo y después salí yo", explicó. Ricardo destacó la celeridad con la que este policía los socorrió. El pino estaba en el jardín delantero de un hotel. Sus ramas aplastaron la parte delantera y trasera de la camioneta de Mariela. Ella y sus dos hijos, uno de 16 y la más pequeña de seis años, quedaron en el medio. "Lo ves y no se puede creer que no nos haya aplastado", dijo.

En medio de tanta confusión, el niño agarró a su hermana que estaba en el asiento de atrás y le dijo a su madre que salieran corriendo a refugiarse en una heladería que estaba justo al frente. "Yo quería prender el auto otra vez, pero no respondía".

El día después
Esa misma noche Mariela y su familia festejaron el hecho de seguir con vida y todos juntos. "No pienso en el daño material, porque eso va y viene. Por supuesto que algo vamos a hacer, pero lo importante es que no nos haya sucedido nada", comentó.

A Ricardo ahora le duelen las cervicales, supone que fue producto de los nervios y quizás de algún golpe que no recuerda. "El domingo fuimos todos a misa para agradecerle a Dios que estábamos bien", relató. El auto quedó inutilizable, por lo que confía en que el seguro le cubra por daño total, ya que el 80% del auto se dañó. "Es nuestro auto familiar y lo compramos con esfuerzo", comentó.

Dos historias que quedaron unidas después de esos minutos trágicos. Mejor dicho, milagrosos. Afortunadamente, los dos pudieron contar lo que les sucedió. Porque, como dijo Mariela, ¿Cuántas probabilidades hay que un árbol se te caiga encima mientras circulás en el auto? Y, sí, pocas.

"Si el árbol no ha respondido es porque lo hemos maltratado"

¿Cómo está el árbol que tenés en la puerta de tu casa? ¿Lo cuidás, lo regás, le hiciste un cantero amplio para que reciba el agua de lluvia? La mayoría de los árboles que se desplomaron durante la tormenta del jueves por la noche en Yerba Buena rondaban los 40 años. Esto está considerado un árbol adulto, teniendo en cuenta que hay ejemplares que pueden superar los 100 años, tranquilamente.

En circunstancias normales de tormenta no tendrían por qué haberse caído. "En Tucumán no tratamos bien a los árboles que son seres vivos y forman parte de nuestra infraestrura verde", explicó Ana Levy Hynes, encargada del Jardín Botánico de la Fundación Miguel Lillo. En general esos ejemplares deben soportar que les hieran las raíces cuando abren las veredas para que pasen las instalaciones de los servicios (agua, luz y gas), que una cuadrilla de empleados municipales les poden sus ramas sin criterio, que un vecino los sofoque con canteros diminutos o que cementen sus bases.

"Avanzamos con la infraestructura urbana y nos vamos encima de los árboles. Pareciera que somos arbolfóbicos. Un árbol baja 30° la temperatura a una superficie", explicó la especialista. Esto quiere decir que en una parada de ómnibus sin sombra se pueden registrar 70°, mientras que en una con un árbol pueden hacer 30°. Los árboles son vitales y hay que cuidarlos, no pedir que se los saquen. Ana explicó que ese mismo árbol bien cuidado no hubiese tenido ese trágico final. Claro que los vientos fueron atípicos, pero habría que analizar en qué condiciones estaban esos ejemplares para hacerle frente al temporal.

"Creo que esto debe servir de lección. Tenemos que aprender que cualquier cicatriz para el árbol es un potencial riesgo que puede debilitarlo", agregó. Una poda defectuosa o las heridas en sus raíces pueden ser la vía de contagio de hongos que pueden enfermar todo su organismo.

"Hay que entender que el árbol no es nuestro enemigo y que si no ha respondido es porque lo hemos maltratado", opinó. Utilizando una analogía, dijo, es cómo un animalito que se lo golpea desde cachorro. Por supuesto que cuando crezca será un animal inseguro.