Por Rodolfo Alonso - Para LA GACETA - Buenos Aires
Como Rimbaud, su guía, su gurú, su maestro, Vinicius quiso "cambiar la vida". Y lo logró, no sólo con la propia, sino con las resonancias que tuvo en muchos otros. Patriarca de la noche bohemia, sereno en el exceso, convicto del alcohol y de la música, de la poesía y del amor, su asunción de una figura nueva (brasileñísima) de hombre público, lo llevó a enfervorizar primero a su país, luego a América toda y finalmente al mundo.
¿Quién iba a sospecharlo cuando se inició como el alumno más fiel de los jesuitas, ceñido por límites, culpas y sueños metafísicos? ¿Quién podía imaginarlo cuando muy joven alcanzó el ansiado rol de diplomático, y ejercido en las más bellas ciudades? Pero en él bullían los mil rostros complejos de Brasil. Y el primer cambio fue ya revelador: dejó Itamaraty para recluirse en la ciudad más espiritual de su país: Bahía, "la Roma negra" de Jorge Amado.
Luego su vida se hace torbellino (un torbellino envidiable), y poemas y libros se unen con la música y los ritmos de la bossa nova, contagioso movimiento musical que, como ocurre en Brasil, fue tan local como universal. Se dijo que dejaba la poesía por el espectáculo. Y no fue así: Vinicius se mantuvo siempre leal a la poesía, y esas canciones y esa música eran la mismísima, la mejor poesía. Juntó la secular tradición de los trovadores, que cantaban sus poemas, con el rico manantial de la música popular.
Vinicius logró devolver a la poesía, que nunca estuvo encerrada en los libros, el fuego y el calor de la música hecha voz: la poesía misma.
© LA GACETA Rodolfo Alonso - Poeta, traductor y ensayista.
POEMA DE NAVIDAD *
Por Vinicius de Moraes
Para eso fuimos hechos
Para recordar y ser recordados
Para llorar y hacer llorar
Para enterrar a nuestros muertos
Por eso tenemos brazos largos para los
adioses
Manos para tomar lo que fue dado
Dedos para cavar la tierra.
Así será nuestra vida:
Una tarde siempre por olvidar
Una estrella apagándose en la sombra
Un camino entre dos sepulcros -
Por eso necesitamos velar
Hablar bajo, pisar suave, ver
A la noche dormir en silencio.
No hay mucho que decir:
Una canción sobre una cuna
Un verso, tal vez, de amor
Una oración por quien se va
Pero que esa hora no olvide
Y por ella nuestros corazones
Se dejen, graves y simples.
Pues para eso fuimos hechos
Para confiar en el milagro
Para participar de la poesía
Para ver el rostro de la muerte -
De repente nunca más esperaremos
Hoy la noche es joven; de la muerte, apenas
Nacemos, inmensamente.
*Traducción de Rodolfo Alonso