- ¿Cómo trabajaste en la investigación?

- El desafío más importante al investigar el período 46-55 es la falta de documentación y, en particular, la imposibilidad de recurrir a los diarios como primera fuente histórica. Considero que se trata de una década sellada, de características orwellianas, altamente relatada desde el Estado, difícil de contrastar con otros hechos y visiones, entre otras cosas, porque la mayoría de los diarios estaban en manos de los testaferros de Perón y los que no, como dependían de Raúl Apold para conseguir el papel, estaban obligados a autocensurarse. Así y todo, tuve la fortuna de contar con las memorias inéditas de un funcionario muy importante de la Subsecretaría de Informaciones, Enrique Wehmann, y con el testimonio de distintas personalidades que vivieron la etapa, desde José María Castiñeira de Dios hasta Rodolfo Decker, pasando por Antonio Cafiero, Nelly Omar, Roberto Alemann, entre 30 entrevistados. Trabajé mucho en el Archivo General de la Nación, en la Biblioteca Peronista del Congreso de la Nación, en las hemerotecas de la Biblioteca Nacional y de la Legislatura de la Ciudad, en las bibliotecas de la Fuerza Aérea Argentina y del Colegio La Salle, en el Museo Pablo Ducrós Hicken de la Ciudad de Buenos Aires, en la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires.

- La frase de Perón "Gané con todos los medios en contra y perdí con todos los medios a favor", parece contradecir la estrategia de Apold para construir el poder del partido que protagoniza la vida política argentina desde hace más de medio siglo. ¿Cuánta influencia tenían los medios en las décadas del 40 y 50, y cuánta tienen ahora?

- Perón pronunció esa frase crítica de su propia política de medios, al regreso de su largo exilio, donde vivió en Europa y conoció los debates democráticos de los vecinos de España. Se convenció de que una cosa es lo que dicen los medios y otra cosa es lo que votan los pueblos. A veces coinciden, a veces no. Y de que en toda sociedad democrática, los diversos actores tienen intereses distintos, y está bien que así sea. Efectivamente, los medios eran muy importantes en la Argentina cuando llegó al poder, con el golpe del 43. Nuestro país tenía diarios muy admirados por su calidad periodística y por su éxito empresarial. El caso ícono, por supuesto, era La Prensa, pero también estaban Crítica, El Mundo, La Nación, por nombrar unos pocos. Ya habían nacido LA GACETA en Tucumán y El Intransigente en Salta. Eran medios que participaban del debate público, por supuesto, e incomodaban a los gobiernos, desde Yrigoyen hasta Uriburu, sin embargo hasta el golpe del 43 nadie se había animado a clausurarlos.

- La estrategia de Apold convirtió el peronismo en un movimiento que trascendió a su líder. ¿Qué creés que quedará del kirchnerismo cuando Cristina Fernández deje el poder?

- Así como los teóricos de la posmodernidad postulan la crisis de los grandes relatos, o de los metarrelatos, esos suprasentidos de la realidad que derramaban certezas en los tiempos modernos, tampoco Argentina repetirá un metarrelato político de las características del peronismo original, una verdad de la que no escapan siquiera los que no son peronistas. Tampoco ningún gobierno nos regalará una democratización de la palabra que ya vivimos, solamente por las facilidades tecnológicas disponibles. Vivimos una trama cultural ultrasegmentada y diversa, y nadie podrá cambiar eso, ni siquiera un gobierno con vocación autoritaria. De todos modos, está claro que miles de jóvenes en todo el país se politizaron tras la muerte de Néstor Kirchner, y esa es una experiencia emocional que los marcó para siempre. Así como suelo decir que soy de una generación que cree, profundamente, que con la democracia se come, se cura y se trabaja, estos jóvenes que se politizaron en la batalla de Kirchner contra los medios independientes, reproducirán su malestar seguramente hasta el final de sus vidas. Y el momento cumbre de sus vidas, para ellos, será siempre eso: una lucha contra el Grupo Clarín y Héctor Magnetto. No mucho más, tampoco.

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