Taxativas fueron las instrucciones que, desde el Gobierno, se bajaron para la realización de algunos espectáculos artísticos. El director Oli Alonso lo puso de relieve cuando le contó a LA GACETA de qué manera se eligió a la obra "Esperando la carroza" para el comienzo de la temporada del Teatro Estable. "La propuesta fue una búsqueda conjunta en base a varios requerimientos hechos por la Dirección de Teatro del Ente Cultural. La obra elegida debía contener a casi todos los actores del Elenco Estable, debía ser un texto de autor y raigambre nacional y debía ser una comedia".

Pero no se trata únicamente del teatro. Entre los objetivos del Salón Nacional Tucumán se puede leer: "apoyar la actividad de los artistas de todo el país, a través de un certamen abierto y gratuito que estimule la creación, desarrollo y producción basados en la apropiación, recreación y representación del imaginario local, regional y nacional; contribuir al desarrollo de una identidad, que sometida de manera permanente a un proceso de cuestionamiento y reconstrucción es motivo de producción artística".

Queda claro, pues, que tanto en un caso como en otro existe una verdadera bajada de línea, con la que se puede estar o no de acuerdo, pero que abre la discusión sobre la legitimidad del Gobierno para condicionar fuertemente la producción artística.

¿Qué sucedería si una pintura o un grabado no representaran el imaginario local, regional o nacional? ¿Quién dispone y en base a qué ley o vara se mide ese imaginario, esa identidad? ¿Y qué si el director invitado por el Ente Cultural decidiera llevar al escenario un drama, supongamos, o una obra de autor extranjero?

Posiciones

El debate está planteado y no es una nimiedad, porque afecta a una de las áreas más sensibles de una comunidad.

Por un lado, puede parecer legítimo que un Estado, que dirige la cultura y el arte, tenga su propia política de exposición. En otras palabras, decidir qué se quiere mostrar y qué representar en un momento dado y de qué manera. Pero por el otro, ¿no afectan estas directivas la libertad en la creación artística que todos dicen defender?

Si se tratara de un teatro o de un museo privado otros serían los problemas, porque sus dueños o directores tienen el derecho de apostar a determinada estética o prácticas artísticas.

De lo que hablamos es, ni más ni menos, de la poderosa estructura de representación simbólica que posee el Gobierno y que dirige a través del Ente Cultural, que, además, es solventada con los recursos de todos los ciudadanos. Un Ente que, se supone, debería respetar aquello de la libertad artística, y no limitarla o predeterminarla.

Lo expuesto, es una peligrosa incursión en los territorios del arte que no pueden ser invadidos por la propaganda, a menos que sean los propios artistas los que elijan ese camino.