Tras la victoria del 24 de setiembre, en Tucumán, el general Manuel Belgrano se aprestaba a marchar sobre los realistas de Pío Tristán, replegados a Salta. Su carta al Triunvirato del 14 de noviembre de 1812 es reveladora de los problemas que afrontaba.

Recordaba Belgrano que "ya he dicho a V.E. cuál es la clase de tropa que mando, a la que todavía le falta mucha disciplina y aún foguearse". Ya había informado sobre su falta de municiones y, decía, "ahora es preciso añadir la estación en que estamos, la escasez de caballadas y boyadas, y el deplorable estado en que se encuentran". Además, estaba la lluvia: "las aguas que se aproximan y que ya han empezado aquí, y con las que de necesidad nos vamos a encontrar al acercarnos a Salta".

Consideraba que, aún si la expedición tenía éxito, "no podremos dar un paso adelante con la firmeza que convenía para salvar las provincias". Y si no triunfaban, sea "porque Tristán haga una resistencia obstinada, o porque se ha reforzado", se corría riesgo de "la disminución de esto que se llama ejército, o talvez su disolución, y abrir el camino al enemigo para que lleve sus armas a donde quiera". Pensaba que "nuestro error principal ha sido entrar en empresas militares antes de formar soldados y oficiales, y aparece que el imperio de las circunstancias nos obliga a continuarlo".

Finalizaba: "En fin, haré cuanto esté a mis alcances, e iré a buscar al enemigo, sea como fuere, con la esperanza de que la Divina Providencia, empeñada en proteger nuestra causa, nos proporcione las ventajas que necesita la patria".