Con sus 121 años a cuestas, la Sociedad Sarmiento es la más antigua institución cultural de la ciudad. Su céntrico local de dos plantas, en Congreso 65, atesora una historia espiritual gloriosa. En su valiosísima biblioteca se cultivaron generaciones tucumanas. Por su sala de conferencias pasaron varias de las grandes figuras intelectuales del siglo XIX y del XX. Y, sobre todo, de su seno surgió la Universidad de Tucumán: en 1906, Juan B. Terán, presidente entonces de la Sarmiento, anunció desde allí la intención de fundarla. Fue el proyecto que presentaría a la Legislatura en 1909; que se hizo ley en 1912 y que se puso en marcha en 1914.
Pero todo eso es el pasado. Se actualidad más cercana es bastante diferente. La Sarmiento entró en un paulatino proceso de decadencia, hacia la mitad del siglo que pasó. Avanzó el deterioro sobre su gran edificio, fue perdiendo socios y lectores, dejó de comprar libros y de conservar los existentes, entre otras manifestaciones notorias de declinación.
En 2006, la UNT resolvió, acertadamente, tomarla bajo su protección. Por medio de un convenio, se comprometió a restaurar a fondo el local, tan severamente deteriorado, y a colaborar en el mantenimiento del fondo bibliográfico. En compensación, la casa de estudios recibía la nuda propiedad del inmueble, reservándose la Sarmiento el usufructo del mismo mientras durara su existencia como sociedad civil: y, en caso de desaparecer ésta, el local y su patrimonio pasaban a la UNT que tenía, además, la facultad de designar a la mitad de los miembros de cada comisión directiva.
Desde entonces, entre 2006 y 2010, la nueva comisión se abocó a normalizar la situación institucional de la Sarmiento. Logró la reunión normal de la directiva y de las asambleas, así como regularizó la situación impositiva de la sociedad. Actualmente, la biblioteca presta un servicio mínimo de cuatro horas por la mañana y cuatro por la tarde, de lunes a viernes. Tiene dos empleados que atienden el mostrador y una secretaria administrativa: hay una sola persona para limpiar el enorme local. Parte de esto se costea con la muy modesta asistencia mensual de la UNT y el aporte de cuotas de un padrón que apenas orilla los 70 socios.
El convenio Sociedad Sarmiento-UNT se elevó a escritura pública en 2009. Estaba previsto allí que las obras de restauración de Congreso 65 se iniciarían a los 30 días. Pero esto nunca ocurrió. Cada día que pasa, aumentan los daños del edificio que diseñó Domingo Selva -autor del Palacio de Gobierno- y que fue orgullo de nuestra ciudad. Su patrimonio, de unos 80.000 volúmenes, sufre los obvios efectos del descuido y la falta de personal.
La consulta es imposible por haberse modificado la ubicación de los tomos durante algún arreglo, haciendo prácticamente inútil el obsoleto fichero de tarjetas. No es raro que los únicos habitantes de la biblioteca sea gente que va a leer los diarios o a aprovechar el silencio para estudiar.
Este panorama dice muy poco a favor de nuestra cultura. Puesto que la Universidad Nacional de Tucumán nació en la Sociedad Sarmiento, nos parece que la hija debe empezar con urgencia a cumplir el compromiso de salvarla. Es un compromiso moral, que contrajo en el momento de su fundación. Y también es un compromiso legal, documentado en dos convenios que se elevaron a escritura pública, como dijimos.
El año que viene, la Universidad celebrará su centenario. El mejor homenaje que podría organizar, sería la restauración integral del local de la Sarmiento, con el reacondicionamiento y la digitalización de su tesoro bibliográfico. Para devolver a los tucumanos el uso de algo de tanta significación para su cultura