El tema que nos ocupa hoy se refiere a la espera infantil de la visita de Papá Noel, Santa Claus y otros superhéroes de estas fiestas, quienes prometen colmar de regalos a sus esperanzados fans. Para que ello sea posible, será necesario creer en su existencia. Se abren variadas preguntas respecto de la credibilidad y su relación con la mentira, sitios donde la ficción, sustituyendo la realidad, realiza su travesura. Querer y creer a veces se unen formando una suerte de asociación ilícita contra la realidad. Pero el poder de la fantasía, implícito en la Constitución como derecho a peticionar, tanto en los niños como en los grandes-niños, exhibe los humanos deseos en busca de satisfacción. Todo dentro de los inevitables sistemas de ilusión y desilusión. Se generan, entonces, controversias más complejas. Por ejemplo, el problema no es tanto que los Reyes Magos sean los padres, sino que los padres no sean reyes. Los niños, con su inocencia en pérdida permanente, necesitan admirar para querer y el comentario oficial dice que no debe mentírseles. Pero, como son pocos los enamorados de la verdad, lo finalmente vivido, será como un parche. Al estilo argentino: medias verdades, medias mentiras. Media visión.
El lector pensará cuán difícil se ha vuelto contar un cuento. Y tiene razón. En realidad, la dificultad radica en hallar interlocutores válidos que hagan creíble lo increíble. Que la imaginación -llamada la "loca de la casa"- sea la partera de la creatividad que el niño necesita para colorear su mundo. Y volviendo a la actualidad de las fiestas, el privilegio y atención del niño estarán, no tanto en lo recibido, sino en quién se lo trajo. En su inocencia, sabe que el sentimiento es cierto, la satisfacción real y la decepción insobornable.