Está en el medio de dos generaciones. Vivió los 90 y el principio de siglo como un empresario dedicado a los boliches (era copropietario de Lancaster y Recórcholis) y hoy se dedica a la gastronomía. Pero "Corcho" Farhat se siente más de acuerdo con la amplitud mental de esta época que con la del pasado, aunque repudia algunas actitudes de los jóvenes actuales. "Yo no creo que la discriminación pase tanto por si uno es alto, bajo, morocho, rubio o gordo. Pasa por los modales. Parte de la juventud está arruinada y los padres no se hacen cargo de ellos. Están locos si pretenden que al llegar a un boliche sean recibidos a pesar de estar alcoholizados o de su mal vocabulario", expresó.

También habló de la necesidad de que se miren las dos caras de la moneda cuando se habla del trato en las puertas de los locales bailables. "Por ahí los porteros se toman atribuciones que no corresponden. Pero también ellos son vapuleados. Me acuerdo de que patovicas míos me contaban que los escupían, los empujaban o los trataban con prepotencia. Y mi orden era que bajo ninguna circunstancia podían tocar al cliente", indicó Farhat.

Por otra parte, destacó que el ojo siempre está puesto en los boliches y no en los organizadores de fiestas ilegales, a los que solo les importa ganar plata y no tratar bien a su cliente: "el sábado hubo una fiesta en una Facultad de la UNT hasta las 8. Nadie los controló".