Si usted piensa que el perro es el mejor amigo que un hombre puede tener, debería repensar esa idea. O, al menos, saber que ese lugar también puede ser ocupado por un ave. Más específicamente, por un loro.

Hace siete años que Juan José Paz adoptó a Beto. Sin embargo, cuando se fue a vivir solo, hace dos años, la relación entre ambos se hizo mucho más estrecha. Tanto, que el loro lo acompaña hasta cuando sale a pasear en moto.

"Empezamos a notar que cuando yo me subía a la moto él me seguía. En el barrio donde vivo andaba tranquilo. Hasta que un día dije 'a ver hasta dónde va'. Me fui a dar una vuelta por la villa por donde andaba y él me seguía al lado. Empecé a probar cada vez más lejos", cuenta Juan José. Y afirma sin dudas: "él es como si fuera un perro".

Beto escucha el arranque de la moto y vuela hasta el vehículo. Sabe que llegó el momento del paseo. "Él me sigue a la par. La velocidad en la que va perfecto es 40 kilómetros por hora", dice Paz, aunque aclara que llega a volar hasta a 80 kilómetros por hora. "Va tocándome la cabeza. Me mira y me 'conversa', por eso yo también le converso", señala.

"La gente se impresiona cuando me ve con él. Yo me impresionaría igual. Esto es algo que no es normal; no existe esto. Por lo menos yo no lo he visto nunca", se sincera Juan José. Según cuenta, hasta llevó al loro a pasear en parapente. Al parecer, la amistad y las emociones intensas hacen feliz a Beto. LA GACETA ©