Zafó. No porque el rival lo haya puesto contra las cuerdas ni mucho menos, sino porque Patricio Rodríguez tuvo su noche mágica y la cobró en el arco. Nada más. Es que de no haber sido por el hombre que reapareció después de una ausencia complicada, tal vez San Martín habría jugado toda la noche sin encontrar el arco.

El equipo de Carlos Ramacciotti puso a Sportivo Belgrano al borde del precipicio, pero el gol no caía nunca. Desde las gradas se mordían la boca y tenían los gritos atragantados. Es que el "santo" no jugaba mal y tampoco imploraba chances. Anduvo contrariado. La pelota quedaba boyando en el área chica seguido y nadie sacaba el látigo para romper esa especie de letargo. Los centros llovían porque Gustavo Ibáñez hacía su parte y estaba rapidito, y también porque Rubén Molina aportó muy bien a la causa. Pero más adelante a Gustavo Balvorín se lo comía una defensa que había llegado a eso y que al final fue el punto más alto de "la verde". "Ring-Ring" lo buscó y la peleó, pero así, mientras siga en falta con su obligación primordial, los aplausos nunca serán completos.

Por eso la esperanza se depositaba en el medio. "Nico" Roldán le ponía sus toques a la cuestión, aunque era otro de los que andaba con la mira desviada. El más peligroso seguía siendo Molina, que con un remate venenoso obligó a Rodrigo Barucco a un esfuerzo extra para desviar ese solitario pero notable disparo. Lo suyo fue un anuncio de lo que vendría después de una espera casi desesperante. El hombre de menos en el rival avivó el apetito de "Rama", que mandó a Rodríguez ni bien arrancó el complemento, en lugar de Mario Vera. Y "Patito", que no jugaba desde diciembre, devolvió gentilezas porque se transformó en el principal artífice de una victoria que mereció todo el equipo. Bastó que la pisara y se acomodara de frente al arco para sacar el remate que después de atravesar un par de piernas enemigas se terminó incrustando abajo en la red, imposible para Barucco. Fue el éxtasis para Rodríguez y su hinchada, un desahogo compartido. Pero ese alivio evidenció la deuda de San Martín, que un minuto antes encontró al bueno de Diego Pave sacando la pelota de adentro del arco, justo cuando el juez de línea anulaba un remate desgarrador de la visita.

El gol sigue cayendo como a cuenta gotas y haciéndose esperar más de lo deseado (en total son cinco en seis partidos jugados). El buen papel de la defensa sigue siendo el punto más alto de un equipo que sólo debe terminar de pulirse arriba.

Cuando San Martín comience a pagar con goles todo lo que inventa de atrás para adelante será eminente, en serio.