Libros para releer
Por Carlos Duguech
Para LA GACETA - TUCUMÁN
"En hora casual, sin saber que el poeta acababa de consentir, ante su familia, en la reimpresión de las Poesías, los editores le indicaron la conveniencia de hacerlo, asegurándole a la vez que, como antiguos en el comercio de librería, podían afirmar que esa reimpresión era una necesidad sentida por muchos de sus compatriotas… A esta circunstancia debemos el honor de presentar al público la segunda edición de esta obra, tan argentina, tan hermosa. Los Editores". El poeta, Rafael Obligado. G. Mendesky e Hijo, Editores. Buenos Aires, 1906. Una cuidada edición de 280 páginas, impresa en París.

Este hermoso ejemplar que conservo muestra a editores, "antiguos en el comercio de librería", que se manifiestan seguros de la necesidad de una reimpresión. Eso, hace 100 años. Hoy, por lo general, los editores facturan mejor con "clásicos" como los de Neruda o Benedetti. Los libros del Nobel chileno o los del uruguayo son adquiridos para regalar. Este es un fenómeno que pude apreciar, primariamente: regalar poesía, casi como regalar flores o perfumes. En una librería, el mayor espacio lo ocupan las novelas, los libros de historia, los de autoayuda y los de política contemporánea. El lugar de la poesía es acotado en los anaqueles, pero no en la vida diaria. Poemas como letra sensible de canciones, vehículo subliminal de la poesía. Y la recurrencia a citas poéticas cada vez que es necesario precisar pensamientos que necesitan de un andamiaje calificado. 
La primordial diferenciación entre la poesía y el resto de la literatura, estriba en que a la primera -como ocurre con la música-, quienes la leen, la releen permanentemente. Nadie se dispone a escuchar "Las cuatro estaciones" de Vivaldi o la "Vª sinfonía" de Beethoven para conocerla sino para gozarla cada vez. Una novela, una biografía o un ensayo político difícilmente se lean más de una vez. Hoy se lee tanta poesía como antes; sigue siendo un remanso o una fuente de inspiración vital.
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Carlos Duguech - Poeta y periodista. Su último libro es Esa antigua transparencia.

¿Por qué se escribe tanto?
Por Pablo Anadón
Para LA GACETA - ALTA GRACIA (Córdoba)
Entre los factores estrictamente artísticos que pueden haber favorecido la expansión cuantitativa -ya que no cualitativa- de la producción poética actual mencionaré cuatro. 

El primero, que se verifica en nuestro país pero no, por ejemplo, en España, es la formación de la inmensa mayoría de los poetas, al menos en las tres últimas generaciones, exclusivamente en la escuela del versolibrismo: para quienes lo introdujeron, el verso libre significó "una cosa sencilla y grande: la conquista de una libertad" (lo dijo Lugones en 1909); para quienes nunca atendieron, aunque fuere inconscientemente, a las diferencias de intensidad sonora entre un endecasílabo -digamos- sáfico, melódico, heroico o de gaita gallega, es una esclavitud: la que somete a "lo primero que sale", que por lo general no expresa lo auténticamente propio, sino lo exterior e impuesto. 

Otro factor es el impacto de la cultura de masas: antes, eran los autores de tango que aprendían de Darío o Carriego; ahora, son los poetas los que escriben como Charly García o Fito Páez, sin enriquecimiento visible. 
Tercero, la persistencia de un surrealismo residual cuya virulencia revolucionaria de la vida se ha extinguido y ya sólo actúa como disolvente de la precisión y la lógica imaginativa, o bien como la plástica surrealista en la publicidad: decorativamente. 

Cuarto, un neovanguardismo que no deja de girar y girar sobre sí mismo. Hace ya 28 años observó Pasolini: "los jóvenes aprenden a hacer antiliteratura antes de haber aprendido a escribir literatura".
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Pablo Anadón - Poeta, doctor en Letras  de la Universidad Nacional de Córdoba, director de la colección y de la revista Fénix.

Una crisis profunda
Por Rodolfo Alonso
Para LA GACETA - OLIVOS (provincia de Buenos Aires)
La sociedad de consumo, la sociedad del espectáculo, nos han embebido en su atmósfera estridente y demagógicamente chata, falsa en el doble sentido de imitadora y deshonesta, que se ha convertido en el aire que respiramos, en una seudocultura populista y no popular, producida seductoramente por los grandes medios masivos de incomunicación. Con sus efectos deletéreos sobre la espontaneidad creadora de la gente, inclusive del lenguaje, especialmente del lenguaje.
La cuestión es que si decae el lenguaje humano, decae la condición humana. Porque no usamos el lenguaje, insisto, somos lenguaje. Y cuanto menos lenguaje somos, somos menos humanos, menos hombre. Hemos vivido acaso sin percibirlo una mutación, y ahora estamos inmersos no sólo en una civilización cuyo centro ya no es el lenguaje sino que incluso ataca las fuentes del lenguaje. La crisis actual de la poesía no es entonces quizá tan sólo la de un mero género literario sino que, algo muchísimo peor, es la manifestación máxima de una carencia muy profunda en cuanto a la espontánea capacidad creadora de lenguaje por parte de los hombres.
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Rodolfo Alonso - Poeta, traductor, editor. Miembro fundador del grupo Poesía Buenos Aires, premio Konex de Poesía 2004.

Ese asombroso bosque 
Por Carmen Perilli
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Cuando Joan Manuel Serrat entonó los versos de Antonio Machado sentí la mágica supervivencia de la poesía, uno de los géneros literarios más antiguos. Cuando me puse a escribir sobre el estado actual de la poesía vinieron a mi mente los constantes Festivales Internacionales donde poetas y público conjugan antiguos rituales: Nicaragua, Medellín (que ha recibido el Premio Nobel Alternativo),  Rosario, La Habana, entre tantos otros. También en las numerosas  revistas dedicadas exclusivamente a la poesía, en especial en la red.  

La poesía se escucha en las esquinas de un Carnaval Poético o en las salas de teatro o en los recitales donde Miguel Hernández y Juan Gelman cobran nueva vida, o en películas como La construcción de la orilla, que ponen imágenes a los versos de Juan L. Ortiz. Antologías escritas, visuales y orales donde la voz puede ser bronca y desafiante o dulce y meditativa. Una moneda que no se gasta y que circula de modo no convencional. Las nuevas tecnologías son sus aliadas y los poetas no pierden oportunidad para usar todo tipo de soportes. 

Los libros de poesía no se venden. Pero ¿vende la literatura? Mucho menos que los textos de autoayuda. No se vende pero se lee y se escribe; se escucha y se ve. Y se estudia. Los poetas no ocupan el lugar de prestigio desde Víctor Hugo ya desde el siglo XIX, han perdido su aura en el asfalto como lo metaforiza Baudelaire.

Pero la visibilidad no es certificado de existencia. Muchos grandes autores escribieron en el aislamiento, no todos tuvieron vidas estelares como Neruda y Huidobro. César Vallejo murió de hambre.

Me interesa diferenciar la  necesidad de reconocimiento que asola los parnasos contemporáneos, la  voraz demanda de aplausos  de la apuesta a la tarea sólida del tiempo. Lucila Lema, una poeta quechua, dice: Ocurres invisible, y en el aire queda / La energía, el color sagrado del lenguaje sembrado por los dioses. Derek Walcott nos invita a ser lectores en un mundo en el que cuesta aceptar el silencio: ¡Cuán común es el relámpago, qué perdidos están los leviatanes / que ya ni siquiera buscamos! El poeta español Javier Egea dice: Y me mantengo firme gracias a ti, poesía / pequeño pueblo en armas contra la soledad.

Es cierto que a la crítica le cuesta trabajar con la poesía por su densidad y cierto halo de impenetrable, pero es innegable la existencia de  un grupo creciente de estudios. La desatención del mercado no significa la mengua de lectores que saben internarse en sus senderos. Escucho la voz sueca de Thomas Trastromer: Heredé un bosque sombrío donde rara vez voy. Mas llegará un día en que los muertos y los vivos cambien de lugar. Entonces, el bosque se pondrá en movimiento. No estamos sin esperanzas. 
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Carmen Perilli - Profesora de Literatura Hispanoamericana de la UNT.

DESTINO DE UN INSECTO
Por Ernesto Cardenal
Para LA GACETA - SAN CARLOS (Nicaragua)
Estaba yo en mi hamaca
mirando la pared blanca
pensando quién sabe en qué
y de pronto un punto negro en la pared
y rápido una salamandra rutilante
salida quién sabe de dónde
corrió hacia él
andando en la pared vertical como en suelo plano
y ya no hubo más punto negro
y se fue.
Eso a mí me gustó.
Se lo comió como yo como
como todos comemos, y como
Cristo comió en banquetes alegres con pecadores
y él mismo se dio como comida.
Me gustó.
Todo es comida en el cosmos.
Y sólo quedó la pared blanca otra vez.


Ernesto Cardenal - Poeta y sacerdote nicaragüense. Fue postulado al Premio Nobel de Literatura por la Sociedad General de Autores y Editores de España.