Miradas fulminantes que observan a las clientas de arriba a abajo, acompañadas por rotundas frases que incluyen "no hay talle para vos" o "esta marca llega sólo al L". El recorrido para encontrar prendas grandes puede transformarse en la búsqueda del tesoro, ya que es difícil conseguir tiendas que indiquen en sus vidrieras -con carteles llamativos- "Talles especiales", otra incomodidad para quien se siente igual a cualquiera.
Paula, de 31 años, prefiere no dar a conocer su apellido. Para ella, comprar ropa es muy difícil. "Nunca conseguís lo que verdaderamente te gustaría usar. Hay algo en los negocios de coreanos, pero generalmente son diseños para gente mayor. Yo soy joven y no me quiero vestir como grande. Por otra parte, sí se encuentra ropa XL que buena, pero es cara. Una remera te puede costar $400", cuenta Paula, cuyo talle real es XL, y de pantalón, 50. "No es justo que por ser gordita no tenga derecho a lucir bien. Algunos negocios nos mienten. Te muestran un extra large, pero no son reales los tamaños", agrega.
Luciana Poliche Gerdts es una tucumana que vive en Atlanta, Estados Unidos. Por medio de su blog ella consigue vestidos de novia y los vende en Argentina. No tiene problemas para encontrar medidas amplias. "EE.UU es uno de los países con graves problemas de obesidad. Debe ser por eso que conseguís ropa en talles como XXXL. Yo aquí soy un S y en Argentina me costaba conseguir ropa", cuenta Luciana, que una vez le escuchó decir a un productor argentino que no se hacían talles grandes "porque se gasta más tela". Además, ella cree que nuestra sociedad es más frívola. "Estamos obsesionados por vernos flacos. En EE.UU. la gente que se cuida lo hace por salud, quieren tener un peso saludable", apunta.
Mariana Perisson, estudiante de Diseño de Indumentaria, cree que ese plus que se gastaría en telas al hacer talles grandes no es una excusa válida. "Esto se pudo comprobar al mirar la tendencia de los últimos dos inviernos . Se impusieron los sacos, sweters y demás abrigos con largos y anchos modulares mucho mas elevados que los estándar. Necesitan el doble de tela y aún así fueron muy rentables", advirtió.
Las anécdotas y las quejas porque no se cumple con la Ley de Talle se repiten, así como también la timidez de las entrevistadas. Ellas piden que no se publiquen sus apellidos porque no quieren recibir burlas.
Mariana es otra tucumana que no tiene sobrepeso, pero sí una contextura grande. "Comparando mis pantalones viejos, que me siguen quedando bien, con los nuevos me doy cuenta de que son del mismo tamaño -explica-. Pero el de antes tiene un determinado talle y el actual cuatro números más en su etiqueta".
Otra coincidencia entre las mujeres que luchan día a día por ponerse lo que les gusta y no "lo que hay" es que prefieren no pensar en todas las veces en las que fueron tratadas como clientas de segunda. "Para buscar una solución y no taparnos con un lienzo", se quejan. Porque para ellas estar a la moda no tiene que ser una utopía.
Las grandes marcas de ropa no ofrecen todos los tamaños, aunque algunas están modificando su producción, quizás por una estética propia (como remeras y pantalones anchos, pero que no llevan el verdadero talle) o por tendencias (como túnicas hindúes, maxi vestidos y polleras anchas).
Esto deja un gran vacío en el mercado, un nicho que podría ser bien aprovechado. En la capital tucumana la búsqueda de prendas extra large comienza por un negocio de barrio Norte, sinónimo de talles grandes. Los colores, el jean y los vestidos cortos y largos son los elegidos para que nadie quede afuera de lo que se usa. El recorrido continúa por el microcentro, frente a Casa de Gobierno (por San Martín), y continúa por los negocios (cada vez más) que en sus vidrieras tienen un solo maniquí, ese que no está cerca del tan impuesto 90-60-90.