Con el Dakar 2012 descansando ya en el baúl de los recuerdos, la conclusión más evidente es que los Mini demostraron que lo bueno viene en frasco chico: tres de las cuatro miniaturas megalómanas que el equipo X-Raid lanzó a la arena coparon la cima, interrumpidas sólo por la Toyota de De Villiers. Por cierto, lo del sudafricano fue cuando menos curioso: terminó tercero sin haber ganado una sola etapa.

Pero lo vivido en estas dos vibrantes semanas de vértigo y estruendo permite hacer algunas aventuraciones. Como que, mientras corran Després y Coma, el Dakar de las dos ruedas terminará discutiéndose entre ellos. O que mientras lo hagan los Patronelli en quads, el resto deberá deberá soñar con rasguñar a lo sumo algún escalón bajo del podio. O que festejar a bordo de un camión ya no será cosa de rusos, salvo que Chagin o Kabirov decidan volver del retiro. O que la solidaridad y el espíritu deportivo seguirán siendo el leitmotiv, pero siempre habrá un perro verde que piense que lo importante es llegar primero. Cúmplanse o no estos designios, ojalá el circo dakariano descanse en Tucumán en 2013.