"Me gustaría pedirles un favor", exclama Vanina Díaz minutos antes de que el equipo de LA GACETA emprenda el regreso. "Hace mucho que quiero encontrar a mi madrina. Se llama Luisa Rodríguez y fue la directora de la escuela. Ella fue la que contó la historia de las 'niñas viejas' y la que hizo que las salvaran. Quisiera volver a verla, porque desde que se fue de la escuela no supe más de ella ¿Pueden poner algo en el diario a ver si lo lee?", pide la agente sanitaria.

La referencia que hace Vanina a las tres hermanas no es casual. De una manera u otra, la historia de estas chicas maltratadas toca a casi todos los adultos de la localidad. Por eso, cuando uno pregunta por ellas, la respuesta es siempre la misma: "ah... Sí. Vivían para allá". Y señalan hacia los cerros que se encuentran el sudoeste del centro asistencial y de la escuela 324.

En 1983, LA GACETA publicó la historia de María, de Marta y de Margarita Álvarez, tres hermanas de 21, de 19 y de 17 años que tenían el aspecto de nenas menores de 10 años. La Dirección de Familia y Minoridad las había trasladado desde Mala Mala hasta la ciudad luego de la denuncia que había realizado la directora de la escuela: además de que estaban desnutridas, casi no sabían hablar y en sus cuerpos se notaban las huellas de los golpes que les daba su padre.

"Me acuerdo del día en que se las llevaron en helicóptero... El padre era terrible: las dejaba afuera cuando nevaba y las ataba con cadenas. Cuando podían, se escapaban al monte y pasaban ahí varias noches", recuerda Nancy Aybar, enfermera del centro asistencial de Mala Mala.