Los fieles peregrinaron ayer hasta Pozo del Pescado, a seis kilómetros de Trancas. La tradición indica que allí el santo hundió su báculo en la tierra y el agua brotó para calmar la sed del pueblo choromoro. Fue una mañana distinta en la pequeña localidad, a la que es difícil acceder porque no llega el ómnibus. Los visitantes bebieron de la fuente, rezaron juntos, disfrutaron de la naturaleza y compartieron un almuerzo a la canasta.