LA PLATA..- "Esto es bossa nova, es muy natural", escribió el genial Tom Jobim en la bellísima canción "Desafinado", uno de los iconos de ese género musical. El Brasil de los primeros 15 minutos fue, justamente, como la bossa nova: suave, natural y con movimientos orgánicos. Ahí estaba Neymar y sus gambetas; los primeros minutos de ese Ganso con elegancia felina y el peligro en la última línea de Silva. Pero fue sólo una ráfaga, sólo el boceto de lo que puede llegar a ser Brasil. Con el correr de los minutos, se fue diluyendo y sus figuras desaparecieron lentamente.

En el complemento, Venezuela le quitó la pelota y jugó con su desesperación. Intentó jugar siempre, no hizo tiempo ni cuando faltaban pocos minutos y generó algunas situaciones de gol que bien podrían haber registrado un resultado histórico (ganó dos partidos en todo su historial en la copa). En suma: nunca se sintió menos que su rival y se animó cuando Brasil no lo lastimaba.

Señores, ya pasaron los años en los que Brasil le ganaba 7 a 0 a Venezuela en Caracas o en San Pablo. Arango está asentado en el fútbol alemán; el "Maestrico" González ya mostró su calidad en Huracán y Rondón es figura en Málaga. Chau a la edad de la inocencia. El campeón defensor no le encontró la vuelta a esta "vinotinto" ordenada y criteriosa. Menezes debe estar preocupado: su equipo fue tibio y desafinado. Como aquella bella canción de Tom.