"Lo encontré un día de noviembre, el año pasado, cerca de mi casa. Venía de encerrar las cabras y lo vi, débil, sobre un cerco. No sabía qué era. Los perros empezaron a torearlo. Yo le agarré una pata, lo até a un árbol y esperé a que llegara mi papá para avisarle (él tenía una idea negativa acerca del cóndor). Lo tuvimos en casa dos días y le dimos de comer hígado y carne. Le avisamos a una señora de Amaicha; ella llamó a la Dirección de Fauna y lo vinieron a buscar. Entonces yo le puse 'Quebradeño'. Lo extraño un poco. Fui a la ceremonia para soltarlo. Él es libre y dueño de volar por donde quiera". (Clara Anabel Guanco -16 años-, habitante de Las Cañas, cerca de Quilmes)