Habría tenido unos ocho o 10 años. Las rodillas percudidas y los ojitos pícaros confesaban travesuras. La víspera del Domingo de Ramos era la única vez en el año en que se les estaba permitido a los chicos de Villa Luján treparse a los naranjos de la plaza para cortar los gajos. No importaba que no fueran olivos. En ese tiempo no se vendían como ahora. Los fieles los traían desde sus casas o los cortaban en el camino a la Iglesia, deteniéndose en algún jardín que daba hacia la vereda. Si el dueño lo hubiera advertido, no se habría enojado; era la tradición.

El padre CarlitosSánchez (que acaso todavía tenga las rodillas percudidas, pero de tanto arrodillarse en los altares) recuerda con nostalgia esas misas de comienzo de Semana Santa en la plaza de Villa Luján. No tenía más que cruzar la calle para llegar hasta allí. "Estábamos ansiosos porque el cura nos bendijera el ramo. A cada rato levantábamos el manojo de gajitos, que obligaba a monseñor José Arbó (ya fallecido) a gritar en plena ceremonia: ¡bajen los ramos! Seguía otro tramo de la misa, y de nuevo: ¡bajen los ramos!", rememora con esos ojitos que nunca perdieron la picardía. Hoy nadie quiere llevar otra planta que no sea la de olivos o palmas, de esas que aún se consiguen en las casas.

Por la ruta
El olivo se trae a Tucumán en grandes cantidades. Los camiones vienen de Catamarca y La Rioja, y se vende a $20 o $30 la brazada. De cada una salen unos 25 o 30 ramitos, que se entregan a $ 2 a cada fiel. Los camiones llegan al Mercofrut porque son los mismos que traen frutas y verduras al mercado central, y desde allí los buscan los floristas para ofrecerlos en las peatonales y calles céntricas. Otras veces, pero en menor cantidad, los olivos se traen de San Pedro de Colalao y de casas particulares.

A medida que avanzan las horas el precio baja, y también cambian los vendedores, que ya no son hombres, sino changuitos que ofrecen los ramitos en las puertas de los templos a $ 1 o $ 0,50, y en su mayoría a dos por $ 1.

En el puesto de la esquina de Junín y Mendoza los ramos lucen adornados con pequeñas aceitunas negras y verdes. "Esta vez la Semana Santa ha caído más tardíamente que el año pasado, ya estaba dando fruto", explica RicardoMoreno.

En otro puesto, por Muñecas, Rolly Ortiz cuenta que la gente de antes tenía plantas de olivo en sus casas, pero después, con el avance de los edificios se ha perdido la costumbre.

"Hace más de 10 años todavía se conseguía en Villa Mariano Moreno y en algunas fincas de Choromoro y Benjamín Paz, cuando había menos casas. Aunque también se venden algunas palmas que se cortan de la zona de La Rinconada", reveló.

Trabajando juntas
Ajena a los vaivenes de la oferta y la demanda de los olivos, la parroquia de Villa Luján mantiene la tradición de regalar los ramitos a los fieles. Ayer a la siesta todas las servidoras se reunieron a armar los ataditos. Una de ellas es Rosa Cosme de Taddei, vecina del templo: "una vez que los ramos están benditos se los lleva a la casa para que protejan el hogar. Yo los pongo en un cuadro de la Virgen que tengo en el living", cuenta.

Los ramos benditos siguen repartiéndose durante toda la semana entre las personas que no han podido ir a misa. Se regalan entre parientes y amigos. Hay quienes ponen unos gajitos en cada habitación, e incluso en el auto, como hace Carmen.

Doña Mecha Carrizo acostumbra a sahumar la casa con los ramos benditos cuando ella nota que está llena de ondas negativas. "Mi madre solía prender los gajos secos en las noches de tormenta eléctrica. Con mis hermanos nos metíamos todos en la misma cama, muertos de miedo por los truenos, pero al ratito nomás, mi madre hacía tranquilizar al cielo con sus rezos", dice doña Mecha, volviendo a guardarse sus recuerdos de 75 años en el corazón.

Aunque los ramos secos molesten en la casa no se pueden tirar. Como todas las cosas sagradas o benditas, se entierran en un lugar medio escondido del jardín donde nadie pueda pisarlo, o en una maceta, para que se vaya desintegrando. Lo indicado es quemar los ramos en casa, juntar las cenizas en una bolsita lo más limpia posible y llevársela al cura de la parroquia para que la utilice en la ceremonia del Miércoles de Ceniza.

Así, todo vuelve al principio. Los ramos terminan imponiéndose sobre la frente en forma de cenizas y en ese momento vuelve a empezar la Cuaresma, que termina con la Semana Santa.