El particular estilo del famoso guerrero tucumano, general Gregorio Aráoz de La Madrid (1795-1857), no podía resultar del agrado de su austero camarada en el Ejército del Norte, el general José María Paz (1791-1854). Así es que este último, en sus célebres "Memorias", asienta juicios críticos sobre nuestro comprovinciano, si bien no discute su coraje. La Madrid los replicó vivamente en sus "Observaciones póstumas", editadas en 1855.
Paz apunta que fue en la campaña al Alto Perú, después de Ayohuma, que empezó a hacerse conocer La Madrid, entonces teniente, como él. Encargado por el general Manuel Belgrano de operaciones de guerrilla, "tuvo choques frecuentes y dio muestras del valor que después lo ha distinguido", dice. Pero "a una audacia natural reunía un espíritu de puerilidad que admiraba a los que lo conocían: marchaba al enemigo comiendo caramelos, y en lo más importante de una operación distraía algunos hombres de su partida para que fueran buscarle una libra de dulces".
Sobre la medida de 1816, cuando Belgrano elevó a regimiento el escuadrón de Húsares y puso a La Madrid a su frente, el comentario de Paz es que La Madrid carecía "de toda capacidad administrativa", e ignoraba "en qué consiste la verdadera disciplina". Cierto era que sus soldados lo querían, "pero este sentimiento no iba hermanado con el respeto, con el que debe hermanarse".
Expresa Paz que La Madrid "imponía muchas veces castigos de extremada severidad, pero no producía el escarmiento que era de desear, porque no era regularmente sostenido ese sentimiento de orden que los dictaba".
Sin duda, La Madrid "y quizás algunos de los que lo acompañaban hacían prodigios de valor, pero generalmente eran vencidos", afirma.
Paz apunta que fue en la campaña al Alto Perú, después de Ayohuma, que empezó a hacerse conocer La Madrid, entonces teniente, como él. Encargado por el general Manuel Belgrano de operaciones de guerrilla, "tuvo choques frecuentes y dio muestras del valor que después lo ha distinguido", dice. Pero "a una audacia natural reunía un espíritu de puerilidad que admiraba a los que lo conocían: marchaba al enemigo comiendo caramelos, y en lo más importante de una operación distraía algunos hombres de su partida para que fueran buscarle una libra de dulces".
Sobre la medida de 1816, cuando Belgrano elevó a regimiento el escuadrón de Húsares y puso a La Madrid a su frente, el comentario de Paz es que La Madrid carecía "de toda capacidad administrativa", e ignoraba "en qué consiste la verdadera disciplina". Cierto era que sus soldados lo querían, "pero este sentimiento no iba hermanado con el respeto, con el que debe hermanarse".
Expresa Paz que La Madrid "imponía muchas veces castigos de extremada severidad, pero no producía el escarmiento que era de desear, porque no era regularmente sostenido ese sentimiento de orden que los dictaba".
Sin duda, La Madrid "y quizás algunos de los que lo acompañaban hacían prodigios de valor, pero generalmente eran vencidos", afirma.