Punto uno: lo que sucedió es gravísimo. Las piezas robadas forman parte del patrimonio cultural tucumano y un pueblo que descuida su historia hipoteca su futuro.

Punto dos: La Policía debe saber que lidia con profesionales. Con hombres que fueron a robar exclusivamente esas dos piezas y que, por ende, ya tenían un comprador. Si de tiempo se trata, los delincuentes ya tuvieron el necesario no sólo para sacarlas de la provincia, sino del país.

Punto tres: El tráfico ilícito de bienes culturales moviliza a nivel mundial 7.000 millones de dólares al año, sólo superado por el de drogas y el de armas.

Punto cuatro: ¿Qué van a decir ahora las autoridades de seguridad? Les robaron en la cara. Los ladrones hicieron un boquete en la misma manzana en la que está el famoso centro de control desde el cual se monitorean las cámaras de seguridad. Alrededor del museo (entre el Paseo de la Independencia y la plaza Independencia) hay siete cámaras de las que sí funcionan. ¿Y entonces? Cuando robaron en el drugstore de 24 de Septiembre y Maipú, las cámaras no tomaban esa zona. Lo mismo pasó con el que está frente al Registro Civil. Pero ahora no hay excusas. Los ladrones subieron al techo o por calle Congreso o bien por Crisóstomo Alvarez. Caminaron por sobre varias propiedades y tardaron un buen rato en romper el cieloraso. Salieron por el mismo lugar, con las reliquias bajo el brazo y repitieron el camino de vuelta. "Gran Hermano" dormía, o miraba para otro lado. O, en realidad, es un inepto.