Como todos los días, alrededor de las 13.30, José Luis Tissone se dirigió a su casa luego de terminar su jornada de trabajo en Raco. Mientras circulaba con su moto, observó un zorro a la vera de la ruta 314. Se detuvo y comprobó que el animal estaba seriamente herido en sus extremidades traseras. El hecho sucedió hace una semana. 

"Como manejo con precaución, no iba a mucha velocidad. Por eso, pude verlo o lo lejos. Me bajé y con mi cámara comencé a filmarlo, suponiendo que se estaba limpiando el pelaje en el pasto seco. Pero luego observé algo raro en sus movimientos: no se alejaba, pese a que me acercaba", relató a LA GACETA Tissone, titular de la Fundación para la Conservación de la Naturaleza.

Cuando estuvo a metros, Tissone comprobó que al animal le faltaba una de sus patas traseras y que la otra estaba quebrada. "Son las inconfundibles mutilaciones de los cepos para cazar. Los animales, en intentos desesperados por escapar, pierden sus miembros y mueren de manera muy cruel. Cuando llegué a la capital busqué ayuda, pero al retornar, el zorro ya había muerto", contó, aún impresionado por el recuerdo.

Según dijo, pese a que en los últimos años disminuyó la presión de caza en el Parque de Sierra de San Javier, de la Universidad Nacional de Tucumán, y sus alrededores, hay personas que aún utilizan esas trampas. "Debería hacerse una campaña provincial para recordar que eso está prohibido", reflexionó. LA GACETA ©