Diciembre encuentra a la economía en una situación macroeconómica sensiblemente mejor a la que se anticipaba al inicio del año. Tras años de inestabilidad, alta inflación y recurrentes tensiones cambiarias, el proceso de ordenamiento macroeconómico avanzó más rápido de lo esperado en algunos frentes clave. La desaceleración de la inflación, la corrección de precios relativos, la disciplina fiscal y la normalización gradual de ciertos desequilibrios sentaron las bases para una economía más previsible, aun cuando el nivel de actividad haya mostrado comportamientos heterogéneos entre sectores, detalla Lucas Pussetto, Master en Economía y docente del IAE Business School. Este mejor desempeño macro no estuvo exento de costos ni de desafíos, advierte. La recuperación fue dispar, con sectores que comenzaron a mostrar señales claras de reactivación y otros que todavía enfrentan un contexto exigente. Sin embargo, el dato relevante de 2025 es que, por primera vez en mucho tiempo, la discusión económica dejó de estar dominada exclusivamente por la urgencia y la emergencia. La estabilidad -aún incipiente- empezó a convertirse en un activo tangible, mejorando expectativas, confianza y horizonte de planificación para empresas y hogares. En este contexto, Pussetto indica que 2026 aparece como un año bisagra. “Si el proceso de estabilización logra consolidarse, el desafío será transformar esa estabilidad en crecimiento sostenido y transversal, que alcance a la mayor parte de los sectores productivos. La clave estará en que la mejora macro se traduzca en inversión, aumento de la productividad y expansión del crédito, permitiendo que, por fin, el crecimiento deje de ser episódico y sectorial para convertirse en un proceso más amplio y duradero”, subraya. Las condiciones iniciales son mejores que en años anteriores; aprovecharlas dependerá, en gran medida, de la consistencia de la política económica y de la capacidad del sector privado para desplegar estrategias de mediano y largo plazo.

Marina Dal Poggetto, profesora de Economía en IAE Business School, indicó que el resultado de las elecciones legislativas, en favor de la administración del presidente Javier Milei, extendió el horizonte de la economía y de la política. La reacción del mercado y la consecuente caída en el riesgo país aumentó las chances de que el Tesoro empiece a refinanciar los vencimientos de la deuda en el mercado, dejar de pagar al contado con señoreaje los vencimientos de dólares y parte de los vencimientos de pesos, y habilitar la posibilidad de que el Banco Central (BCRA) empiece a acumular reservas. La economista apunta que, si bien las reservas líquidas se ubican en U$S 20.000 millones, las reservas netas en la definición del FMI son negativas en U$S 16.000 millones, U$S 13.000 millones por debajo del objetivo establecido en el acuerdo con el FMI.

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La primera colocación de un bono en dólares en el mercado local y el anuncio de que el BCRA va a empezar a comprar dólares a partir de enero (hasta el 5% de la oferta diaria del mercado) en simultáneo a una recalibración de la pendiente de la banda superior (ahora indexada a la inflación) aceleró la compresión del riesgo país que por primera vez desde enero 2025 volvió a quebrar hacia abajo la barrera de los 600 puntos básicos.

De todas maneras, el mercado sigue expectante sobre el rumbo de la política cambiaria. El cambio en las bandas que entra en vigencia el 1 de enero permite que el techo no se atrase con la inflación y darle lugar a la acumulación de reservas, señala Dal Poggetto. Aunque a priori, luce el gobierno sigue priorizando la desinflación, mientras espera acumular reservas por la cuenta capital sin presionar sobre el tipo de cambio. Veremos cómo se da esta pulseada en los próximos días cuando empiece a regir el nuevo esquema.

Postura de cautela

Luego del nuevo escalón que activó la positiva lectura de la recalibración de la estrategia de bandas y reservas, los activos domésticos vienen una vez más intercalando un postura de wait and see (esperar y ver), mientras aguarda la aprobación del Presupuesto y conocer cuál será la estrategia financiera elegida para el pago de bonos del 9 de enero, donde restarían unos U$S 2.000 millones, dice el economista Gustavo Ber.

El objetivo a corto plazo parecería seguir focalizado en lograr profundizar la compresión del riesgo país, ya que a unos 150 puntos básicos adicionales podría empezar a reabrirse el mercado internacional de deuda para la refinanciación de vencimientos, más allá de que la intención de las autoridades sería ir desarrollando en el tiempo un mercado de capitales local más profundo.

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En este contexto, apunta Ber, el dólar mayorista continúa estabilizado en los $ 1.450 ante la expectativa no sólo de que continuarían las graduales liquidaciones de las últimas emisiones corporativas y provinciales, sino también que esas emisiones podrían pronto retomar nuevas colocaciones en el exterior. También resultan bienvenidas las compras que viene impulsando el Tesoro, las que deberían ir acelerándose en ese contexto, posiblemente a través de operaciones en bloque a fin de no alterar la plaza cambiaria, dentro de una creciente expectativa respecto del rol de la cuenta capital.

El cierre del año estará marcado también por la evolución de los precios, dato fundamental para la determinación del nuevo esquema cambiario y para la determinación de las cargas impositivas. “A pesar de la desaceleración de los precios mayoristas y de los bienes importados, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) continúa mostrando un piso elevado. La principal explicación está en los aumentos de tarifas, servicios, transporte e impuestos, que mantienen la inflación mensual en el orden del 2,5%”, advierte Emilio Botto, Jefe de Estrategia de Mills Capital Group.

“La suba del PBI registrada en el tercer trimestre podría sostenerse aun cuando el consumo muestre señales de fatiga hacia diciembre, principalmente por la fortaleza que sigue exhibiendo la balanza comercial”, completa el analista.