Eliminar o reducir el consumo de harinas es una de las decisiones alimentarias más frecuentes entre quienes buscan mejorar su salud o bajar de peso. Sin embargo, más allá de las modas y tendencias, dejar las harinas genera una serie de cambios reales en el organismo que pueden manifestarse de distintas maneras, especialmente durante las primeras semanas.
Desde variaciones en los niveles de energía hasta modificaciones en el metabolismo y la digestión, el cuerpo responde de forma gradual a este cambio en la dieta. Qué efectos son esperables, cuáles dependen de cada persona y por qué es importante hacerlo de manera equilibrada son algunas de las claves para entender cómo reacciona el organismo cuando se dejan de consumir harinas.
¿Qué le sucede al cuerpo si dejo de comer harina blanca?
Un estudio publicado en 2009 por The American Journal of Clinical Nutrition comparó dos grupos de personas: quienes consumían harinas blancas refinadas y quienes optaban por harinas integrales. Los resultados mostraron que el consumo elevado de alimentos elaborados con harina blanca se asociaba a un aumento de la masa adiposa, compuesta en un 90% por grasa y en un 10% por minerales y agua.
En contraste, las personas que reemplazaron la harina blanca por la integral registraron una disminución de la masa corporal y un mayor aporte de fibra en la dieta. Además, manifestaron una mayor sensación de saciedad, lo que redujo la necesidad de seguir comiendo. Entre los beneficios adicionales de abandonar la harina blanca, se destacó la baja de peso y la reducción de la hinchazón, producto de un menor consumo de carbohidratos. Más allá de lo estético, esta reducción también puede contribuir a la prevención de la diabetes.
En la misma línea, el pediatra J. Rodríguez Delgado, en un análisis realizado bajo la tutela del Centro de Salud de Alpedrete, en Madrid, advirtió que los azúcares añadidos y los hidratos de carbono representan un riesgo para la salud a largo plazo. Según explicó, aunque la relación entre el alto consumo de azúcares y carbohidratos de elevado índice glucémico y las enfermedades crónicas no transmisibles sigue siendo objeto de debate, numerosos organismos internacionales ya recomiendan limitar su ingesta.
Entre los cambios más frecuentes al dejar la harina blanca, se observa una menor energía durante los primeros días, debido a la reducción de azúcares y carbohidratos. Con el tiempo, el hígado disminuye la producción de grasa y solo genera la necesaria para las funciones vitales, mientras que los niveles de azúcar en sangre y el colesterol tienden a estabilizarse.