En Tucumán, donde el verano se adelanta, se extiende y a veces se instala sin pedir permiso, el abanico dejó hace rato de ser un objeto nostálgico o un accesorio de fiestas patronales. Hoy circula por ferias de diseño, talleres de artistas, vidrieras del microcentro y carteras de jóvenes que lo lucen con orgullo. Entre la estética vintage que gana terreno y la urgencia de sobrevivir al calor, este objeto milenario vuelve a desplegarse con fuerza.

Siglos de historia

El abanico de mano existe desde la antigüedad y atravesó culturas, estilos y funciones. En Asia, especialmente en China y Japón, se convirtió en pieza ceremonial, objeto de arte y símbolo de estatus. Desde allí llegó a Europa entre los siglos XV y XVII, primero como curiosidad exótica y luego como accesorio indispensable de la vida social. Hubo abanicos pintados a mano, trabajados en nácar, papel, madera o marfil; hubo códigos secretos para comunicar emociones, gestos ritualizados en los salones y modas que cambiaban año a año.

En América Latina, su presencia se consolidó en los siglos XIX y XX, como parte de la herencia colonial, del vestuario festivo y del clima. En Tucumán, donde las altas temperaturas marcan el ritmo cotidiano, el abanico siempre estuvo ahí. En las manos de las abuelas durante el carnaval, en los velorios, en las procesiones religiosas, en los actos escolares de diciembre. Pero su uso parecía quedar restringido a esos rituales. Hoy, sin embargo, vuelve a circular como tendencia de diseño, objeto artístico y herramienta práctica.

Calor, redes y estética

¿Por qué el abanico vuelve ahora? Entre los emprendedores se resaltan dos motivos: la necesidad de refrescarse ante temperaturas que se sienten cada vez más extremas, y la revalorización estética de los objetos analógicos, hechos a mano, con identidad. También hay un componente generacional ya que el abanico se volvió “instagrammeable”, ideal para la foto de festival, para acompañar un outfit vintage o para marcar estilo en un recital.

SENCILLO. Encontrar en lo simple una forma de alivio para el calor, se volvió un gusto.

A eso se suma que cada vez más artistas locales lo intervienen, lo reinterpretan y lo incorporan a su trabajo. Allí entran en escena dos creadoras tucumanas que encontraron en el abanico un soporte expresivo y un puente entre lo tradicional y lo contemporáneo.

Obra reconvertida

La artista Natalia Trouvé comenzó a trabajar con abanicos a partir de su proyecto cápsula “Hendijas”, una serie collage art para homenajear a mujeres creadoras. De esa experiencia surgió la idea de trasladar las obras a un objeto que circulara y se moviera con las manos de quien lo usara.

Sobre este inicio ella cuenta: “mi idea principal fue poner en valor a cantoras, músicas, escritoras, compositoras, artistas, actrices, poetas, etcétera; que abrieron caminos, dejaron una huella, lucharon por su lugar, alzaron su voz para crear un mundo con más equidad”. Primero hizo cuadros de copias numeradas y firmadas, pero en una noche, la inspiración surgió.

“Asistí a un evento en un museo, hacía mucho calor, había mucha gente sofocada en el lugar y recordé un abanico que tenía y que había olvidado… crucé el arte con ese objeto utilitario, tan necesario en nuestra provincia por las características climáticas”, recuerda.

PARA TODOS. Son muchos los hombres que ya utilizan el accesorio.

Ese primer paso tuvo un impacto inmediato, según dice. “Hice tan solo 10 abanicos de Mercedes Sosa para probar si podría funcionar y antes que me lleguen me los sacaron de las manos. Volaron literalmente”, detalla.

Luego vinieron los de Frida, Alfonsina; y luego la cápsula “Yungas”, apostó a poner en valor nuestro suelo. La obra se inspiró en flora, fauna, personalidades, personajes y símbolos tucumanos que nos recuerdan de dónde venimos, dónde crecimos, cual es nuestra raíz. “Fue muy importante para mí encontrarme con un sentimiento comunitario; me escribieron para decirme que se sentían identificados con esta serie y redescubrieron la belleza de la provincia que habitamos.”

Abanicos, tarjetas, participaciones

Los abanicos de Trouvé hoy están hechos con materiales sustentables. “Con 16 tapitas se hacen las varillas. Son de una calidad hermosa, semi mate, livianos e impermeables, resistentes al agua”, describe.

En su cabeza este boom, que ya se contagia tanto a hombres como a mujeres, le inspira nuevas ideas: una cápsula de músicos para acercar al público masculino a un objeto que tal vez llegue a ser indispensable en nuestra vida cotidiana.

Memoria emotiva

La artista visual y urbana Verónica Corrales tiene un vínculo con los abanicos que se remonta a su infancia. “Comencé a intervenir mis primeros abanicos desde niña. Pintaba a mano… sobre los lienzos de los abanicos de mi abuela”, rememora.

PATRIA. El amor por nuestra tierra movió a artistas a reconvertir su obra.

En 2021 y 2022 retomó esa práctica y la convirtió en parte de su obra. Ella lo describe así: “Unir mis ilustraciones a un objeto y cargarlo de memoria emotiva en diálogo constante con el público.”

Sus diseños siguen un proceso digital previo, luego se subliman y se ensamblan con varillas de plástico reciclado o madera. Y cuenta: “Cada diseño es una edición limitada… al igual que se hace con las serigrafías o grabados.”

Sobre el papel del abanico como pieza personalizada, Vero observa un crecimiento claro porque para ella son muchos quienes los eligen como piezas únicas mientras que otros los usan como objetos funcionales.

Y en todo este universo para ella, el vínculo emocional es clave. “Los abanicos me hacen recordar al gesto de mi abuela, al sonido de los coyuyos… incluso si estoy en la fila esperando, saco el abanico y el tiempo se dilata a mi favor”, reflexiona,

Pero no todo es un gusto adquirido. Corrales investigó sobre el objeto. “Así tomé conciencia de que además de ser un objeto de la antigüedad, hoy está cargado de memoria”, considera.

"Los hicieron salir del aula y les enseñaron a hacer abanicos de papel"

Mientras que finalmente piensa en la resignificación que ocurre cuando un artista interviene un abanico: “Dejan de ser simples objetos funcionales para convertirse en piezas que dialogan con el arte y con la identidad local.”

“Creo que en un contexto donde todo se acelera, ofrecer un objeto del pasado, bello, útil y hecho desde la memoria cultural de un lugar, genera un vínculo afectivo”, finaliza.

Una demanda que crece

En paralelo al trabajo de las artistas, los comercios locales también notaron un aumento en la demanda. La emprendedora Victoria Gordillo lo resume con claridad. “A finales de 2023 empezó el boom.”

Su público principal es joven y según sus análisis del mercado las tendencias actuales apuntan a lo llamativo. “Los colores vibrantes y la estética son las cosas que más atraen a los clientes”.

Cuando todo inició, Gordillo afirma que encargó pocas unidades pero pronto se dio cuenta que el número no dejaba de crecer. “Primero hice un pedido de 30 abanicos para ver cómo los recibían y los vendí en una semana. Ahora el número es mucho mayor”, cuenta.

Sobre los usos más frecuentes que se les da en Tucumán a este objeto, en tanto, ella destaca: “Están de moda para las fiestas y eventos nocturnos, pero es un excelente compañero para el verano y calor tucumano.”

DELICADOS. Hay para todos los gustos artísticos y en distintos tamaños.

De esta entre la memoria afectiva, la identidad local, el arte, la estética vintage y la necesidad climática, el abanico encontró un nuevo escenario. Ya no pertenece solo al pasado sino que circula, se personaliza, se convierte en obra, se vuelve tendencia y acompaña la vida cotidiana en una provincia marcada por el calor.

El gesto de abrirlo y cerrarlo, de generar aire con un movimiento mínimo, une generaciones y resignifica un objeto antiguo que hoy vuelve a ser parte de la escena urbana no solo como un accesorio, sino también como cultura, identidad y supervivencia.