“La prohibición genera transgresión”, dice la Doctora en Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Constanza Padilla. En un diálogo atravesado por el debate en torno a la alfabetización, se refiere así a las disposiciones tomadas en diferentes jurisdicciones respecto al uso de los celulares en las aulas. En la última edición de Encuentros LA GACETA, la profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT y directora del Instituto de Investigaciones sobre el Lenguaje y la Cultura (Invelec) disertó sobre la forma en que los niños aprenden a leer y escribir y la consecuente responsabilidad de las instituciones de enseñar a usar las tecnologías para no perder los esfuerzos de la alfabetización.
Alfabetización y tecnología: un plan para enfrentar dos grandes problemas de la educación tucumanaPadilla trabaja con capacitaciones docentes vinculadas a este último tópico. Señala que en la década de los 60, la manera de enseñar a leer y escribir era sumamente diferente a la que se usa en la actualidad. Sin embargo, las prácticas más arraigadas perviven aún en instituciones y docentes que siguen optando por enseñar con un método que no genera significado para los estudiantes más pequeños. “Se subordina la necesidad de que los chicos aprendan el proceso de decodificación de la lecto-escritura. Se eligen prácticas mecánicas que, si bien tenían sentido al principio, terminaban sin ningún sentido para el niño”, explica Padilla.
Para contraponer las metodologías de estudio a la tradicionalista de los 60, ejemplifica con el caso de una niña que aprendió a usar los prompts para darle indicaciones a la inteligencia artificial y lograr que resuelva sus deberes por ella. Frente a un panorama que muchos ven desalentador en cuanto a la honestidad de la procedencia de los trabajos, la profesora e investigadora pregunta sin tapujos: ¿qué implica alfabetizar frente a este escenario? Y la respuesta no es una tarea de dos pasos. “Ante todo, hay que pensar que la alfabetización es un proceso donde hay sujetos, personas que alfabetizan y alfabetizados, en un universo de significaciones”, indica. “Hemos enfatizado mucho en la cuestión de cómo entrar a la alfabetización y decimos que hay que entrar por la puerta grande”, destaca la doctora en letras.
Pero, ¿cuál es la puerta grande en lo que a alfabetización refiere? Según Padilla, la alfabetización debe alcanzar un significado que vaya más allá de la mera repetición silábica. La lecto-escritura debe ser una conexión con el mundo y, a la vez, una herramienta funcional que permita realizar tareas de las que los niños se apropien: “¿Dónde está el sentido de aprender a leer? En aprender para disfrutar, para informarme, para explorar el mundo, para encontrar perspectivas alternativas sobre el mundo que quiero conocer, para expresarme”.
Este proceso debe ir acompañado no sólo de los docentes en las aulas, sino también de las familias. Porque el niño, desde las primeras etapas de su construcción del aprendizaje, lee desde lo que le enseña el otro hasta que puede emprender el trabajo por sí mismo. En este sentido, Padilla sostiene la importancia de mantener la dialogicidad de la lectura y la escritura con el otro, a través de la mirada de quien enseña.
Como acompañante se suma también la inteligencia artificial. “Creemos que la IA generativa en particular tiene una potencialidad enorme para amplificar esas funciones psicológicas superiores. Lejos de pensar que nos achata, se trata de cómo conversar con la IA, con qué prompt, para que realmente potencie las capacidades de lectura y escritura”, destaca. La inteligencia artificial llegó para quedarse, remarca Padilla, y manifiesta que la prohibición en las aulas no es la solución. “Cuanto más nos prohiban, más vamos a querer usarlas”, sentencia.