En el Transmontaña de enduro, hay duplas que corren para ganar, otras para disfrutar… y hay algunas, muy pocas, que corren para sanar. José Soria y su hijo Máximo llegaron a San Pedro de Colalao con una convicción silenciosa: esta edición no sería una más. Era la primera sin Fabricio Emanuel Chacana, sobrino y ahijado de José, un apasionado del enduro que falleció en un accidente de moto el 23 de septiembre. Desde la largada, padre e hijo supieron que cada metro del recorrido sería un homenaje. Un modo de seguir abrazando a quien ya no está.

“Este triunfo se lo dedicamos a él. Estoy seguro de que hoy nos acompañó en toda la carrera”, dijo José, quebrado, con ese temblor en la voz que aparece cuando el corazón habla más fuerte que las palabras. No era una dedicatoria al pasar: era la razón que los había empujado a la línea de partida.

Los Soria habían perseguido este sueño durante años y, por primera vez, lo hicieron realidad. Ganaron la clasificación general de la categoría Desarrollo, reservada para padre e hijo de hasta 14 años. Cubrieron los casi 20 kilómetros de recorrido en 48’40” y le sacaron casi ocho minutos a Alexis y Bautista Solórzano. Pero más allá de las cifras, el triunfo tenía otro valor para José, de 52 años: “No es lo mismo correr con otro compañero que hacerlo con tu hijo. Es una sensación hermosa, incomparable”.

Y la emoción se multiplicaba porque “Maxi” llegó casi con lo justo. El chico de 12 años se recuperó a tiempo de una fractura en el hombro. “Estuve sin poder practicar hasta hace dos semanas. En los últimos 14 días entrenamos a full para llegar bien. Estoy feliz”, contó. La preparación familiar incluyó señales con bocinas para suplir la falta de comunicadores. “Una era para acelerar a fondo y dos para frenar”, recordó José entre risas. Incluso en lo técnico, el camino al triunfo había sido artesanal, de esos que se construyen con ingenio y complicidad.

La carrera tampoco fue sencilla. “Largamos últimos porque nos inscribimos al final y había muchas motos adelante. Después fuimos pasando de a una hasta quedar primeros”, detalló José. La victoria tenía un sabor especial: siempre había salido segundo, tercero o cuarto en otras categorías, pero nunca había logrado el primer puesto… hasta ahora, y junto a su hijo. “Esto no tiene precio”, dijo,

Para la familia Soria, el enduro es mucho más que una competencia: es un ritual. En esta aventura también estuvieron Carina Ruiz, esposa de José, y “Lolo”, el hijo menor, encargados del apoyo logístico. “Llegar a la meta y que te reciban tus seres queridos es el principal logro. Ganar es una alegría, pero terminar el Transmontaña ya es un triunfo”, afirmó.

Y, aunque la bandera a cuadros ya cayó, los Soria no frenan. “Recién terminó la carrera y ya estamos planificando el año que viene”, dijo José. Máximo, que corre desde los cinco años y viene de ser subcampeón en cross, asiente con orgullo.

Porque hay victorias que se celebran con trofeos… y hay otras que se sienten mirando al cielo. Esta fue una de ellas.