Fin de semana largo, alegría para los trabajadores en relación de dependencia, penuria para los independientes. Las reglas aplicadas tienen una parte razonable y otra que no. Por supuesto, no todo puede ser ganancia pues nada es gratis, pero es dudoso cómo fueron pensadas.

Los taxistas, por ejemplo, pierden. Según señalan algunos de ellos, viernes y lunes son jornadas clave. Justo los días parados. Podría retrucarse que los turistas pueden compensar a los locales, pero no lo hacen. No llegan tantos como pasajeros habituales. Y es sólo el comienzo, porque un argumento usual para los fines de semana largos es el fomento al turismo. Sin embargo eso es rédito sectorial, no general. ¿Harían falta normas de almanaque que dispensen beneficios rotativos entre los distintos sectores?

Se dirá que el impacto del turismo es amplio, por lo tanto la sociedad gana. Tal vez sí, tal vez no. Lo que el turista gaste en su destino de descanso será dinero que no gastará en su lugar de residencia. Ganan los receptores, pierden los emisores. Además, para que haya tal gasto los negocios deberían estar abiertos pero funcionar en feriados obliga a pagar más a los empleados. ¿Las ventas a los turistas compensan el costo laboral adicional? Réplica: en las vacaciones igual hay desplazamientos de gastos. Es cierto. Pero la paga a los empleados es la usual, y si bien hay que prever sus licencias ¿para qué agregar más problemas a esa complicación?

Después de todo, si los fines de semana largos ayudaran al desarrollo económico ¿por qué dejarlos sujetos a la rotación del calendario y los feriados? ¿Por qué no igualar el lunes al domingo y que todos los fines de semana del año sean de tres días? De paso, se le sacaría al pobre lunes el estigma de día maldito. Aunque pasaría al martes. O al miércoles, pues si alargar el fin de semana ayuda no tiene sentido dejarlo en tres días. ¿Por qué no cuatro? O cinco, seis o siete días.

Al margen, en esa relación entre lunes y martes aparece un claro ejemplo de irrelevancia de la nominalidad. Sigue habiendo un día para odiar. Algo similar al corrimiento del huso horario. Da lo mismo que las ocho de la mañana ocurran cuando antes eran las siete o las nueve que cambiar el horario de entrada a oficinas y escuelas. O casi lo mismo, porque el respeto a las convenciones internacionales sirve. Similar a la convertibilidad de los 90 del siglo XX y la queja de lo irreal de que un dólar costara un peso. Pues hubiera sido casi exactamente lo mismo que costara diez mil australes o 3,1416 pesos pi o 6,26 por diez elevado a la menos 34 plancks. Lo importante era la caja de conversión, no la cotización.

Puede decirse que hay ganancia cuando hay libertad de elección. Si entre trabajar o cerrar se eligió trabajar, había ganancia en trabajar. Y si se eligió cerrar, había ganancia en cerrar. Pero cuando la ley obliga o sube mucho los costos de una conducta no queda claro cómo resulta la ganancia debido a la ley. No es trabajar o cerrar sino viajar o quedarse cuando la obligación es cerrar. Pero en general, ¿cuándo puede hablarse de beneficios netos con respecto a los feriados? Depende de la productividad.

Piénsese en la exageración del fin de semana de siete días (en realidad no habría ni fin ni comienzo de semana). ¿De dónde saldría el dinero para gastar en esas vacaciones eternas? Cuando la economía es productiva puede haber ahorro del recurso tiempo y usarse para mayor descanso. No es casual que los días no laborables se hayan ampliado desde la revolución industrial y no antes. En parte, sí, por acción sindical, pero ella tuvo éxito porque el aumento general de riqueza permitió solventarlos. Que los descansos sean ellos mismos útiles para el aumento de productividad depende de la actividad pero también es una muestra de cómo el desarrollo permite explorar estrategias más sofisticadas de recursos humanos que antes ni hubieran sido imaginables. Sirva para pensar en la reforma laboral cuando el proyecto sea presentado. Todas las críticas expresadas hasta ahora son sólo ejercicios de imaginación condimentados con mayores o menores prejuicios.

Un par de detalles más. Como necesariamente hay feriados su movilidad tiene algún sentido; si igual habrá un día cuando no se trabajará trasladarlo al lunes puede ser útil por programación de tareas, aunque le pese al transporte público. Pero sólo por eso, no para impulsar actividad económica. Otro punto es el “puente”. Si el feriado se mantiene en jueves parece razonable hacer no laborable el viernes como transición al fin de semana. Pero si el feriado pasa al lunes ¿para qué un puente?

Para cerrar con los sinsentidos vaya uno mayor que los feriados extendidos: la adjudicación a Rosario Central de un título de la AFA que no estaba en juego. Cambio de reglas que ejemplifica, haciendo economía de café, el andar del país. Se crece por inversiones, no por feriados, y ellas llegan por seguridad jurídica, por reglas razonables. Argentina busca ese camino, la AFA continúa derrapando: cambio de domicilio a Ezeiza para evitar la IGJ, ascensos por excepción, cancelación de torneos, anulación de descensos, campeonatos exprés, ocho títulos en disputa para 2026… resumen de apenas siete años.

Por algo de los 26 jugadores galardonados en Qatar sólo uno revistaba en el fútbol argentino. Sin dudas influye la situación económica, que complica pagar salarios como los europeos, pero también que el fútbol local es malo. Hay 30 clubes con planteles en primera pero no hay 30 equipos de primera. De allí un campeonato de partidos mediocres, poco atractivos y poco vendibles. El título a Central es un trofeo de escritorio (nominalidad irrelevante) y como tal expresión de una baja calidad en la dirigencia deportiva. Si se sostiene resultará que el título mundial habrá costado muy caro.