“Un chat grupal gratuito para hablar, jugar y pasar el rato”. Así se presentaba Discord cuando fue lanzada en 2015 por los desarrolladores Jason Citron y Stan Vishnevskiy. Su objetivo inicial era simple: ofrecer a los gamers un espacio fluido para comunicarse mientras jugaban, con mejor calidad de audio y estabilidad que las viejas plataformas como Skype o TeamSpeak. En poco tiempo, la app se convirtió en un centro de encuentro para comunidades enteras, donde los usuarios podían crear servidores propios, compartir archivos, y conversar en tiempo real por voz o texto.

Lo que nadie imaginaba era que ese mismo sistema técnico, con canales cerrados, servidores privados y sonido impecable, terminaría siendo la infraestructura de una nueva forma de activismo global. En diferentes lugares del mundo hoy Discord es el escenario donde la Generación Z debate, protesta y busca redefinir la política, lejos del ruido de las redes tradicionales. Esa actividad en algunos casos llegó a ser una revolución que tumba gobiernos, como ocurrió este año en Nepal.

De los videojuegos a las calles de Marruecos y Nepal

En Marruecos, donde el 41% de la población tiene menos de 25 años, la plataforma dejó de ser un lugar para jugar y se transformó en un espacio de coordinación de protestas. Mediante canales de voz, los jóvenes compartían rutas de escape, alertaban sobre los movimientos policiales y organizaban manifestaciones en distintas ciudades. La chispa fue la frustración por las promesas incumplidas de reconstrucción tras el terremoto de 2023 y por una corrupción que ya nadie disimulaba. En los chats, el lenguaje gamer con sus misiones, mapas y estrategias se transformó en una herramienta política.

MARRUECOS. Las protestas de la Generación Z contra la corrupción y la desigualdad sacudieron Marruecos. / GOOGLE

Miles de kilómetros más al este, en Nepal, Discord fue el escenario de un hecho inédito: la elección de una primera ministra interina surgida de una asamblea digital. En medio de la crisis política, los jóvenes de la organización Hami Nepal abrieron un servidor para debatir propuestas y votar en tiempo real. Así, Sushila Karki, ex presidenta del Tribunal Supremo, fue elegida tras una deliberación virtual transmitida en vivo a miles de usuarios. “El Parlamento ahora es Discord”, dijo un creador de contenido local a The New York Times sintetizando el cambio de época.

PLATAFORMA. Los jóvenes encontraron en Discord un refugio para organizar protestas. / INSTAGRAM

En ambos casos, la app se convirtió en algo más que una herramienta: fue el territorio donde una generación, criada entre pantallas, aprendió a usar la tecnología no solo para entretenerse, sino para hacer política.

Cómo funciona la nueva asamblea digital

Discord no tiene un muro ni un algoritmo que imponga qué ver. Cada comunidad funciona como un servidor autónomo, con distintos canales de voz o texto. Solo se accede por invitación, y no hay publicidad ni contenido viral. Esa arquitectura descentralizada genera un sentido de cercanía y seguridad que otras plataformas, como X o Telegram, no ofrecen.

La posibilidad de mantener conversaciones simultáneas, compartir documentos y usar bots automatizados convierte a Discord en un formato híbrido entre foro, chat y espacio de reunión.

Durante las protestas, los moderadores cumplieron funciones que antes ocupaban los militantes: verificar la información, moderar las discusiones y evitan la desinformación.

De la militancia al sentido de comunidad

A diferencia de las redes sociales tradicionales, Discord propone un modelo más íntimo y cooperativo. Los jóvenes no buscan acumular seguidores, sino pertenecer a una comunidad que los escuche. Cada servidor se vuelve una pequeña asamblea donde la deliberación sustituye al espectáculo.

Esa lógica desafía los modelos clásicos de militancia y liderazgo. En Nepal o Marruecos, las decisiones no pasan por un jefe ni por un comité, sino por cientos de voces conectadas. La protesta se vuelve conversación; la organización, comunidad.

¿Y Latinoamérica?

Aunque en América Latina aún no hubo movilizaciones organizadas de esa magnitud, la tendencia empieza a asomar. Las marchas en Perú, descentralizadas y con fuerte protagonismo de la Generación Z, también canalizaron un hartazgo acumulado ante la falta de oportunidades, la inseguridad cotidiana y la impunidad de las élites, en un país donde uno de cada cuatro jóvenes no estudia ni trabaja.

Las movilizaciones lideradas por jóvenes menores de 30 años surgieron como respuesta a una reforma del sistema privado de pensiones, que imponía aportes obligatorios a los trabajadores independientes y restringía los retiros anticipados. Aunque el Congreso dio marcha atrás en la medida, el reclamo inicial se transformó en una protesta más amplia contra un sistema político percibido como corrupto, ineficiente y ajeno a las necesidades ciudadanas.

PROTESTAS. Manifestación convocada por la Generación Z el 25 de octubre de 2025, en Lima (Perú). / STR / EFE

Este movimiento comparte rasgos con las recientes manifestaciones juveniles en Marruecos y otras partes del mundo: un liderazgo difuso, una organización basada en redes sociales y el uso de símbolos culturales globales que expresan rebeldía y aspiración de justicia. En las calles, la bandera pirata inspirada en el manga One Piece también tuvo un papel protagónico como emblema de una generación que se siente despojada del derecho a soñar, y que busca recuperar la esperanza a través de la protesta.

Con estos episodios, no es difícil imaginar que en un futuro cercano una protesta estudiantil o un movimiento social nazca en un canal de voz, entre micrófonos encendidos y avatares sin rostro. En un continente donde la desconfianza hacia la política es crónica, estas comunidades digitales pueden convertirse en el primer paso hacia una democracia más directa, aunque todavía anónima.

Porque, al final, toda revolución empieza con una conversación, y los jóvenes ya eligieron su lugar para tenerla.