Eleanor y Lyle Gittens viven en Miami, Florida, y acaban de ser reconocidos como el matrimonio más longevo del mundo. Con 109 y 108 años respectivamente, celebraron a comienzos de 2025 su 83º aniversario de casados, un hito que los coloca también como la pareja con la edad combinada más alta registrada: 216 años y 132 días, según informó LongeviQuest, la autoridad mundial en longevidad humana.

La historia de Lyle y Eleanor comenzó en 1941, cuando ambos eran estudiantes de la Universidad Clark Atlanta. Él integraba el equipo de básquetbol de la institución -más tarde sería incluido en el Salón de la Fama de Básquetbol Masculin- y ella solía asistir a los partidos. Fue durante un encuentro contra Morehouse College que se conocieron, dando inicio a una relación que resistiría el paso del tiempo.

Pese a que sabían que Lyle sería reclutado, decidieron casarse el 4 de junio de 1942. Desde su entrenamiento en Fort Benning, Georgia, Lyle recibió un permiso de tres días para viajar hasta Bradenton, Florida, el pueblo natal de Eleanor, donde se celebró la boda.

El trayecto no estuvo exento de dificultades: el joven soldado recordó que debió viajar en un vagón segregado. Aun así, la ceremonia fue una ocasión alegre, aunque breve. “Después de que Lyle se fue, me pregunté si volvería a verlo”, recordaría Eleanor años después.

Separados por la guerra, unidos por las cartas

Con el avance de la Segunda Guerra Mundial, Lyle fue enviado a Italia como parte de la 92.ª División de Infantería del Ejército estadounidense. Eleanor, embarazada de su primer hijo, se trasladó a Nueva York, donde conoció por primera vez a la familia de su esposo.

Allí trabajó en la nómina de una empresa que fabricaba piezas de aviones para el esfuerzo bélico. Durante ese tiempo, la única comunicación entre ambos fueron cartas censuradas por el correo militar. “La tinta roja ocultaba más palabras de Lyle de las que dejaba visibles”, contó Eleanor.

Finalizada la guerra, los Gittens se reencontraron y formaron su hogar en Nueva York. A su primer hijo, Lyle Rogers, se sumaron sus hijas Angela e Ignae.

El regreso a la vida civil no fue sencillo: la falta de empleo era una constante. Sin embargo, ambos aprobaron el examen de servicio civil de Nueva York y consiguieron trabajos en el sector público, donde encontraron satisfacción ayudando a otros a conseguir empleo.

Durante las décadas de 1950 y 1960, desarrollaron una costumbre que se mantiene hasta hoy: al regresar del trabajo, Lyle preparaba dos martinis para compartir con Eleanor mientras conversaban sobre su día. Esa tradición continúa, aunque ahora prefieren brindar con una cerveza Modelo durante el almuerzo.

El valor del aprendizaje y la comunidad

Ya cerca de la jubilación, Eleanor decidió continuar sus estudios y obtuvo un doctorado en Educación Urbana en la Universidad de Fordham a los 69 años. La pareja también participó activamente en la Asociación de Exalumnos de la Universidad Clark Atlanta y el Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, lo que los llevó a viajar por distintos países. Su destino favorito siempre fue la isla de Guadalupe.

Tras casi ocho décadas en Nueva York, los Gittens se mudaron a Miami para estar cerca de su hija Angela. Aunque disfrutan de la tranquilidad del sur, Lyle confiesa que extraña la Gran Manzana: “Si no vives en la ciudad de Nueva York, estás acampando”, bromeó.

Desde su hogar, Eleanor pasa gran parte del tiempo observando los cruceros que llegan y parten del puerto de Miami, mientras que Lyle, aunque mayormente en cama, sigue siendo curioso y activo. “Incluso a mi edad, todavía se puede adquirir conocimiento”, aseguró.