El asesinato público de Mariam Cisse, una popular influencer de TikTok con más de 90.000 seguidores, ha conmocionado a Mali y encendido las alarmas internacionales sobre la expansión de la violencia yihadista en el país. Cisse fue secuestrada y ejecutada por presuntos miembros del grupo terrorista Jama’at Nasr al-Islam wal-Muslimin (JNIM), vinculado a Al Qaeda, que la acusó de colaborar con el ejército maliense.

La joven fue raptada el 6 de noviembre mientras transmitía en directo desde una feria local. Según reportó DW, varios hombres armados irrumpieron en el lugar y la obligaron a interrumpir la emisión ante sus seguidores. Al día siguiente, el 7 de noviembre, los extremistas la llevaron en motocicleta hasta la Plaza de la Independencia de Tonka, donde la ejecutaron públicamente frente a una multitud, incluidos miembros de su propia familia.

Su hermano, obligado a presenciar el asesinato, relató que los yihadistas la detuvieron bajo la acusación de haber informado al ejército sobre sus movimientos. “Fue devastador”, expresó, según reprodujo la prensa internacional.

Cisse era conocida por su apoyo a las fuerzas armadas, y solía aparecer en sus videos luciendo uniformes militares. Su ejecución, calificada por fuentes de seguridad como un acto de “barbarie” y por un funcionario local como “innoble”, busca -según las autoridades- infundir miedo y desalentar el respaldo civil a las fuerzas gubernamentales.

Un país cada vez más asediado por el terrorismo

El grupo JNIM, al que se atribuye el crimen, ha intensificado sus ataques en Mali y en otras zonas del Sahel. Naciones Unidas lo considera la principal amenaza de la región. De acuerdo con The Telegraph, sus miembros han impuesto bloqueos de combustible que obligaron al cierre de escuelas y dificultaron las cosechas, además de financiarse mediante secuestros y el cobro de impuestos ilegales.

Su objetivo declarado es instaurar la ley islámica y reemplazar la autoridad del Estado, gobernando de manera indirecta mediante acuerdos con comunidades locales.

El país, gobernado por una junta militar desde los golpes de Estado de 2020 y 2021, atraviesa una crisis sin precedentes. El presidente Assimi Goita ha instado a la población a restringir los desplazamientos y prometió garantizar el suministro de combustible, aunque su administración enfrenta críticas por la incapacidad de frenar el avance yihadista.

“Las declaraciones del presidente son una terrible admisión de fracaso”, señaló Alioune Tine, ex experto independiente de la ONU en derechos humanos para Mali. En la misma línea, Bakary Sambe, del Instituto Timbuktu, advirtió que “el Estado maliense ya no controla nada dentro de su territorio” y que el régimen concentra sus fuerzas únicamente en Bamako, su capital.

Un Sahel al borde del colapso

La tragedia de Cisse ocurre en medio de una ola de violencia que sacude a toda África occidental y central. En Sudán, la guerra entre facciones militares ha derivado en atrocidades contra civiles: violaciones masivas, asesinatos durante funerales y el desplazamiento de cientos de miles de personas. Según testimonios recogidos por Daily Mail, Médicos Sin Fronteras ha atendido a más de 300 sobrevivientes de violencia sexual tras ataques de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) en la región de El-Fasher.

En Nigeria, la violencia liderada por Boko Haram y otros grupos extremistas continúa cobrando vidas y provocando desplazamientos masivos. Líderes cristianos del país han pedido apoyo internacional, mientras el presidente Bola Tinubu criticó las amenazas de intervención militar extranjera.

La ejecución de Mariam Cisse, transmitida al mundo a través de las redes sociales que ella misma usaba para expresarse, se ha convertido en símbolo del terror que asola al Sahel: un territorio donde el poder del Estado se desmorona ante el avance de los grupos armados, y donde el precio de hablar en público puede ser la vida misma.