El auditorio San Miguel Arcángel, en el subsuelo del Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán, fue escenario de un encuentro tan inusual como necesario. En el marco del 111° aniversario del fallecimiento de Julio Argentino Roca, el Centro de Investigaciones Tucumán de la Fundación Federalismo y Libertad organizó un diálogo entre Gonzalo Roca, descendiente del dos veces Presidente argentino, y Juan Namuncurá, bisnieto del cacique araucano Manuel Namuncurá.

La propuesta fue hablar de historia, identidad y legado desde una mirada reflexiva, despojando al pasado de su costra de enfrentamientos. Dos hombres herederos de una historia llena de choques, se escucharon para pensar el futuro. Del combate al abrazo, la historia encontró su pausa.

“Que lindo es estar en Tucumán y qué emotivo es para mí”, comenzó Roca, agradecido con los organizadores. “Hoy estuvimos recorriendo lugares donde nació Roca, en la casa que era de su suegro, Juan Bautista Paz. Tenemos una rica historia, y al revivir también pensamos en nosotros mismos”, planteó de inicio.

En su repaso, recordó que durante el centenario de su antepasado, hace apenas unos años, “no hubo ningún homenaje”, y evocó la frase de Rosendo Fraga que, según él, marcó el rumbo de una generación: “A Roca no hay que rendirle homenajes: con Roca hay que dar la batalla cultural”.

Aquel espíritu, relató, derivó en medio centenar de conferencias que reunieron a 75 expositores de todo el arco político, desde peronistas hasta marxistas. “Todos reconocían en Roca una figura a la cual habrá que agradecer de distintas maneras. Porque Roca tuvo una visión completa: la conformación del Estado, del Ejército, de la moneda, de la educación. Supo tejer alianzas en un país fragmentado y mirar hacia adelante”, dijo.

En su voz se mezclaban la admiración familiar y el intento de tender puentes: “Dentro de esas luchas también estaba el tema indígena, y lo que nos toca vivir con Juan es una buena representación de eso. Pasados los problemas, se generó una relación de Estado y una relación personal. Namuncurá recibió el grado de coronel del Ejército; su familia fue bien recibida y cuidada. Eso permitió que Argentina pudiera despegar y generar acciones”.

Dios y la bandera

Mientras Gonzalo hablaba, Juan Namuncurá lo escuchaba con una atención serena. Luego tomó la palabra y llevó la charla hacia su propia historia. Contó que en 2017, cuando se preparaba para mudarse a Berlín, un amigo lo impulsó a escribirle una carta al Papa Francisco. “Yo me reí -recordó-, pero a los pocos días me llega un WhatsApp: ‘Soy el Papa Francisco, quiero conocerte’. Yo pensé que era un chiste, pero no: era él”.

Luego, en una carta, Juan hablaba de la necesidad de mirar la historia sin odios ni grietas. “Tenemos una mochila que no es nuestra; mucho de lo que nos divide viene de problemas europeos. Nosotros, en el fondo, vivimos como una gran familia”.

Pianista y compositor, Namuncurá se define como “hijo del mestizaje”. “Hay una historia que no nos contaron -dijo-. No podemos dejar de reconocer las mezclas, las familias que se formaron. En América fue distinto: hubo violencia, sí, pero también hubo acuerdos, alianzas y hermandad”.

Su relato se deslizó hacía los símbolos. “Los colores de la bandera argentina son sagrados en mi familia: representan a Dios. No es imposición; es sentido. El celeste y el blanco natural son los colores que reivindicó Dios. Por eso para nosotros la bandera no es un símbolo de sumisión, sino de unidad”, reivindicó.

Sin discusiones

El clima de la noche fue de acuerdos más que de discusiones. Roca y Namuncurá se complementaron sin forzar la coincidencia. “Nos conocimos en 2020, cuando terminó la pandemia. No sabíamos cómo iba a ser el encuentro, pero nos vimos y nos dimos un abrazo de aquellos impresionantes, reconociendo todo lo que tenemos en común”, recordó Juan. Y resumió la escena con una frase que arrancó aplausos: “Dios dirige el tráfico”.

Roca asintió: “Es que esa lucha de hace siglo y medio no fue contra ellos, sino una búsqueda de integración. La mejor manera de educar es construir un sentimiento común por la bandera y los símbolos”.

Juan aportó una postal mínima y entrañable: “La casa de mi familia queda a dos cuadras del colegio Don Bosco, en Caballito, Buenos Aires. Al mismo tiempo Ceferino era alumno ahí en y estaba ‘Carlitos’ Gardel, que era chiquito y los fines de semana como estaba solito, se iba a la casa de mi familia. Ceferino era un niño santo: a las cinco de la mañana se levantaba a cantar y agradecer a Dios el día que venía; era el modo de rezar. Cuentan los sacerdotes que de ahí Gardel tomó ese fervor para cantar. De hecho, hicieron un concurso de canto y ganó Ceferino, no ‘Carlitos’”.

La charla cerró con un tono de reflexión sobre el presente. “Nos falta pensamiento crítico argentino -planteó Gonzalo Roca-. Hablamos en charlas de café, pero no tejemos acuerdos. Hay que tejer alianzas, aun en la diferencia, con objetivos mayores”. Namuncurá coincide, sin dudas: “Mi invitación es a una reflexión amplia. No quedarnos en cositas. Estamos a 100 años de aquello; miremos más los aciertos que los errores”.