¿Por qué Atlético es tan irregular? La pregunta vuelve a hacerse carne. ¿Cuál es la causa de no poder sostener el nivel de partido a partido? ¿Qué explica la mala racha fuera de casa? El “Decano” otra vez falló. Esta vez fue una derrota por 3-1 frente a Vélez en Liniers, pero la imagen ya es conocida: falta de juego, un breve período aceptable con alguna chance aislada y una ineficacia que parece un karma imposible de romper. Los delanteros no encuentran el antídoto para esa maldición.

A pesar de que el equipo de Lucas Pusineri no brilló en lo colectivo y fue ampliamente superado por el planteo de Guillermo Barros Schelotto, supo generar algunas llegadas de peligro. Sin embargo, como es costumbre, las desperdició. La pregunta que flota es inevitable: ¿qué cambió de aquel triunfo frente a River a esta caída con Vélez?

El esquema fue el mismo: Pusineri apostó al 4-4-2 ordenado que suele utilizar. La única variante respecto al duelo con el “Millonario” fue el ingreso de Kevin López en lugar de Lautaro Godoy, un movimiento que no modificó demasiado la estructura.

Enfrente, el “Mellizo” armó un 4-5-1 que complicó demasiado los planes tucumanos. Sobrepobló el mediocampo, presionó alto, desarticuló a los volantes de Atlético y forzó errores continuos de la última línea. En pocos minutos generó varias llegadas claras a través de Francisco Pizzini, Agustín Bouzat, Braian Romero y Matías Pellegrini.

En el fútbol también existen accidentes, y Atlético los aprovechó. Tras un mal control de Lisandro Magallán en la salida desde el fondo, Mateo Bajamich recuperó y puso el 1-0. El gol, inmerecido por el desarrollo, parecía un guiño del destino. Incluso el golpe desmoralizó a Vélez, que enseguida recibió otro mazazo: Leandro Díaz anotaba el 2-0, pero la acción fue anulada por posición adelantada.

Esa versión del “Decano”, sin embargo, duró apenas 10 minutos. Luego, todo lo productivo se diluyó. Vélez recuperó la pelota y controló los tiempos.

Atlético se limitó a defender. El cerrojo tenía demasiadas grietas. Clever Ferreira y Marcelo Ortiz se mostraron descoordinados, Miguel Brizuela padeció las subidas de Lagos y los desbordes de Pellegrini. El “Fortín” lo advirtió y atacó por ese costado una y otra vez, sobre todo cuando Brizuela evidenció dolor tras una dura entrada.

De allí nacieron los goles de Braian Romero. Primero, tras una salida limpia desde Marchiori y Mammana, el delantero definió sobre Mansilla para el empate. Después, en una acción que nació de un lateral de Elías Gómez, una doble pared con Tomás Galván lo dejó mano a mano para el 2-1. Con Atlético ya desorientado, Diego Valdés apareció para sentenciar el 3-1.

Lo curioso es que los dos primeros tantos de Vélez nacieron de jugadas colectivas bien ejecutadas, mientras Atlético quedaba desordenado y sin capacidad de respuesta. Dos acciones que expusieron todas sus debilidades: la fragilidad defensiva, la falta de reacción y una irregularidad que no le permite sostener su nivel.

La derrota en Liniers no fue un tropiezo aislado. Fue la confirmación de un patrón repetido. Atlético genera, pero no concreta. Defiende, pero no sostiene. Intenta, pero no logra continuidad. El equipo vive de ráfagas que se evaporan en pocos minutos.

Pusineri deberá encontrar respuestas rápidas si quiere que el “Decano” deje de vivir de espejismos. Porque sin regularidad, las victorias seguirán siendo apenas un destello fugaz.