“La necesidad tiene cara de hereje”, habrá pensado el presidente Javier Milei cuando el domingo pasado recibió el escopetazo de la realidad bonaerense. Y por eso, unos minutos antes o algunos después, no importa, decidió hacer un giro más que importante en su concepción de la política mirando hacia las elecciones nacionales para intentar pasar de la confrontación inútil, una marca registrada que le sirvió para llegar pero que había comenzado a saturar a muchos, a la aceptación que el mundo del liderazgo va más allá de la polarización confrontativa. Ya se verá cuánto le dura.
Lo primero que hizo el Presidente esa noche fue poner la cara, bajar el tono, respirar modestia y hablar de una “profunda autocrítica” que se plasmó en el nombramiento de un ministro del Interior, el tucumano Lisandro Catalán, hombre de la política ligado a Guillermo Francos, a quienes sumó –junto al revival de Santiago Caputo- al hexágono ya no tan de hierro donde los que fracasaron quedaron atornillados, Karina Milei en primer lugar. Desde las semejanzas, las malas lenguas sintetizaron así la situación: “el Cabildo Abierto le pidió una Junta y para conformarlo el virrey se puso al frente”. Con perdón de Maquiavelo, el interlocutor gubernamental recordó aquel “que nada cambie de Cisneros” no sin agregar que aquel engendro del último virrey duró 24 horas.
Lisandro Catalán, en LA GACETA: "No tengo dudas que en octubre vamos a hacer una gran elección"En verdad, el propósito inicial fue loable, pero como siempre ocurre en política los condicionantes mandan. Y aunque está más que claro que los principios que rigen a la economía no se van a tocar (mensaje a los mercados), ese primer intento de autocrítica (palabra muy socialista, por otra parte) se quedó en las gateras. ¿Por qué? Porque resultaba impensable que el Presidente sacrificara a su propia hermana, ya que eso lo iba a debilitar seguramente. Eso ya se notó desde el mismo lunes, cuando presumiblemente desde lo más cercano lo convencieron de que no cabía hacer “cirugía mayor sin anestesia”. Entonces, la autocrítica mutó en un simple “vamos viendo” y los mariscales de la derrota siguieron en su lugar. El parentesco le había ganado la partida a las buenas intenciones.
Aquel domingo negro de la paliza electoral, el kirchnerismo entero, mimetizado en la provincia de Buenos Aires bajo el lema de Fuerza Patria y empujado por los jefes comunales de más de 90 de los 135 municipios en disputa, intendentes que necesitaban proteger las mayorías en los Concejos Deliberantes, consiguió no sólo quedarse con la elección en seis de los ochos distritos en los que se divide la provincia, sino sumar más bancas en diputados (2) y senadores (3) que las que ponía en juego. En materia de números, La Libertad Avanza había sido castigado muy mal en toda la línea, lo que demostró los graves errores de estrategia, pero también de táctica electoral del oficialismo nacional.
Y allí salió Milei a poner la cara para cubrir la situación, a partir de números que seguramente él ya tenía en la cabeza cuando eligió hacer el cierre de campaña en un lugar carenciado del partido de Moreno (que le además le votó en contra) y dijo media docena de veces “andá a votar”, dando por sentado que “ellos” (por el kirchnerismo) iban a ir todos, “porque cuantos menos de los buenos vayan a votar, los malos siguen votando todos”, refirió. Es decir que lo de “empate técnico” se debe entender como un eufemismo, para no decir abiertamente “estamos cocinados” por la abstención. Porque allí, está la explicación de los por qué del anuncio del giro, algo que el Presidente de seguro ya tenía en su cabeza.
En rigor de verdad, los números verdaderos fueron catastróficos para el gobierno nacional y una calculadora bien puede ayudar a dimensionar la cuestión. Sobre un padrón de 14,3 millones de potenciales votantes concurrió a las urnas algo más de 60%. Antes de sacar conclusiones, bien podría decirse que el no voto “normal” puede rondar 80% de ese total (gente que está eximida por edad arriba y por debajo de la obligación, viajeros, enfermos, etc.) por lo que para ser justos podría tomarse como referencia una nómina de 11,5 millones de personas como eventuales participantes activos, tal como lo marca la historia. Si eso se traduce en números, quiere decir que hay que descartar a quienes se quedaron en la casa para seguir el patrón histórico, unos 3 millones de personas.
Si los porcentajes se plantean sobre esos votantes teóricamente disponibles (11,5 millones), entonces se puede observar que en votos positivos el peronismo no llegó a 30%, que LLA sumó 21% y que el resto consiguió 6,5%, mientras que los sufragios en blanco o inutilizados (unos 750 mil) llegaron a 5,5%. Es decir que el partido del desencanto ganó holgadamente la elección con unos 5 millones de votos en total (abstención, más blancos y anulados), o sea 43% de ese 80% de empadronados que habitualmente vota. Además, si se toma la performance de 2021 de La Libertad Avanza y del PRO y se la compara con la actual, del conjunto de ambas fuerzas se le fugaron al Gobierno 1,5 millones de votos. Milei vio entonces que es allí donde tiene que ir a pescar para sumar el 26 de octubre en el distrito más poblado del país y que ese dato extremo merecía cambios de inmediato.
Las elecciones bonaerenses también le dijeron al Presidente y a la tropa electoral que sus propias altanerías, los eventuales episodios de corrupción y la mala praxis política de su gobierno a la hora del armado territorial, fueron los elementos que agrandaron al kirchnerismo, con una comodidad inimaginable esta vez y con riesgo de contagio en octubre hacia el resto del país. Con el dólar arrimándose al techo de la banda cambiaria, los precios de acciones en picada y el riesgo argentino por los aires, la City también le advirtió al Presidente durante toda la semana que, para salir de la encerrona deberá ir más a fondo, tragarse sapos, cambiar jugadores, reordenar el tablero, retomar alianzas y hasta pedir disculpas, si fuere el caso.
Claro está que el gobierno nacional no sólo perdió esa elección por las trapisondas que Karina y sus armadores le hicieron a los “amarillos” de un Mauricio Macri casi entregado. Los antecedentes políticos de las últimas semanas también le han jugado en contra al Gobierno: los sablazos que le han dado en el Congreso la oposición y algunos ex aliados, la intransigencia típica del mileísmo, aún en casos sensibles como jubilados o discapacitados, la agresividad presidencial, el daño autoinfligido en materia monetaria-cambiaria y de nivel de actividad y, en lugar primordial, el lastre de sus propias internas, pero sobre todo la estela de corrupción que arrancó con $LIBRA y que siguió con los audios de Diego Spagnuolo con punto terminal, en ambos casos, también en KM.
“Estamos estrechando un diálogo político”: Lisandro Catalán, Karina Milei y Martín Menem participaron de un acto de La Libertad Avanza en TucumánDesde ya, que hay que sumar al cambio de maquillaje otros elementos valorables, como el componente didáctico y poco belicoso que tienen ahora las intervenciones de muchos funcionarios. El propio Milei esa noche, Luis Caputo, Santiago Bausili (BCRA) y el vocero Manuel Adorni hicieron bastante docencia en estos días sin que hubiera agresiones, un mérito evidente de las nueva estética que se intenta imponer.
Después, está la cuestión de los vetos y de la relación con el actual Congreso que el gobierno nacional necesita superar lo más que se pueda con la elección de octubre para ir a buscar leyes de fondo, como las reformas estructurales que se necesitan en lo Laboral, Tributario y Previsional. Hasta ahora, amparado en que cuando hay alguna afectación presupuestaria quien debe decir de dónde se recortan los fondos que se van a utilizar es el Congreso, Milei vetó por ejemplo Discapacidad y Universidades, que van a ser revertidas probablemente. Nunca el gobierno nacional planteó seriamente esto y la sospecha es que todos prohijaron el malentendido, los opositores para revolver el río y el oficialismo para no mostrar debilidad.
También se dio la convocatoria a los gobernadores algo que, de momento, se quedó en el adjetivo “afines”, debido a la gran bronca que hay con el veto al prorrateo automático de los sobrantes de ATN. Más allá del carácter extraordinario de esos fondos -que ya están presupuestados- y sus destinos primarios, los Aportes del Tesoro a las provincias son siempre una prenda de agradecimiento a quienes hacen los deberes, al tiempo que sirven de presión hacia los más díscolos. Ese carácter discrecional a favor de la Nación es lo que cambia con la Ley que propusieron los mandatarios provinciales y que ahora fue vetada. No es algo que genere mayor déficit, salvo que los sobrantes son parte del superávit. Cuando los gobernadores dicen que la Nación suma recursos con el dinero de las provincias apuntan a eso y tienen razón.
El Gobierno necesitaba oxigenarse y más allá de las palabras lindas o la esperanza de un cambio en las formas, el intento parece haberse empezado a diluir desde puertas para adentro. El riesgo que tiene el baño de humildad que propuso Milei es quedar anclado finalmente en tierra de nadie, sin el respaldo pleno de los más duros ni la adhesión de los que se busca arrimar. Así y todo, bienvenido sea el viraje a la modestia.