Luego de los casos ocurridos en los últimos días (la niña tucumana de nueve años internada tras un intento de suicidio y la adolescente de Mendoza que ingresó armada a su colegio), el director del Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, Alejandro Castro Santander, analizó en LA GACETA el fenómeno de la violencia en las instituciones educativas y la necesidad de trabajar en prevención.

“Estamos frente a hechos que impactan, como la presencia de un arma en una escuela o el sufrimiento silencioso de una niña víctima de hostigamiento. Pero más allá de la eficacia de los protocolos de emergencia, la pregunta central es: ¿qué estamos haciendo en prevención desde el inicio mismo de la escolaridad?”, señaló.

Castro Santander recordó el antecedente de Carmen de Patagones en 2004 como un punto de inflexión en Argentina y América Latina, donde comenzó a debatirse el tema con mayor seriedad. Sin embargo, advirtió que el bullying es apenas la punta de un iceberg. “El bullying es un emergente, el resultado de no haber trabajado bien antes los conflictos, la indisciplina y las primeras señales de violencia. Si hubiéramos intervenido tempranamente, muchos casos no escalarían a la magnitud que vemos hoy”.

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Escuela, familia y tutores

El especialista destacó la importancia de pensar a la escuela como un ecosistema donde conviven estudiantes, docentes, familias y otros actores. En ese marco, resaltó el rol de los tutores y de programas de acompañamiento, aunque alertó sobre la necesidad de planificarlos bien para evitar distorsiones.

“Necesitamos hacer muy bien el bien. Si improvisamos, esas figuras pueden convertirse en cómplices de los conflictos en lugar de ser parte de la solución”, sostuvo.

Consultado sobre frases como “antes también había bullying, pero no pasaba nada”, Castro Santander fue tajante. “Estamos frente a niños distintos, familias distintas y códigos sociales que cambiaron. Hoy la violencia tiene otras formas, más grupales, más crueles. Y lo más grave es la naturalización: muchos chicos dicen sufrir discriminación o agresiones, pero a la vez aseguran que la escuela es un lugar donde se sienten bien. Eso habla de una cultura institucional que acepta lo violento como cotidiano”.

Según datos de pruebas nacionales e internacionales, seis de cada diez alumnos de primaria afirman sufrir agresiones y más del 70% de los adolescentes dicen sentirse discriminados.

Una deuda pendiente

El director del Observatorio de la Convivencia Escolar subrayó que la violencia no afecta solo a los alumnos, sino también a los docentes, a través de acoso laboral o “mobbing”.

“Necesitamos pacificar el aula. La escuela es un experimento de lo social: si logramos construir convivencia y bienestar en ese espacio, estaremos formando mejores ciudadanos y también una ciberciudadanía responsable. Esa es la gran deuda pendiente de la educación: incorporar en serio la dimensión socioafectiva”, concluyó.