El Mercadito Agroecológico celebró una nueva edición, esta vez en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (MUNT), en San Martín 1545, en el marco del Foro Argentino de la Bicicleta. Durante toda la jornada del sábado, de 10 a 18, pequeños productores del NOA ofrecieron frutas y verduras de estación, panificados, chacinados, huevos de campo, cosmética natural, alimentos sin tacc, veganos y vegetarianos, miel, tés, yerba, cerveza, jugos y más.
Los organizadores explicaron que es un espacio que construyeron de manera colectiva hace más de cinco años: “Buscamos acercar nuestros productos a las mesas de todos los tucumanos que desean consumir de otra manera”. Habitualmente, el encuentro se realiza el primer sábado de cada mes en Yerba Buena, pero en esta ocasión cambió de locación para acercar la propuesta a la comunidad de San Miguel de Tucumán.
Clientes y proveedores
Diego Nieva debutó en esta edición con su emprendimiento familiar de panificados de masa madre. “Es la primera vez que participamos como proveedores pero antes éramos clientes. ‘NP Comiendo’ es un emprendimiento familiar que surgió hace casi tres meses y llevamos a cabo con mi esposa, Cynthia, y con mis hijos, Ana y Simón”, contó. Y reveló que tenían incertidumbre, pero todo resultó con mucha alegría. “Se comparte un estilo de pensamiento responsable respecto a los alimentos y la comunidad es bastante especial. Me gustó la sensación de compartir con los feriantes y los clientes, hay un espíritu de comunidad”, dijo Nieva.
También explicó que producen panificados artesanales, 100% naturales, que requieren entre 12 y 13 horas de elaboración. La fermentación prolongada, dijo, ofrece aromas más complejos, una corteza crujiente y un pan más fácil de digerir. “Son recomendados a aquellas personas que padecen diabetes porque no producen picos de glucemia”, contó.
Durante la feria, Diego ofreció degustaciones de sus panes. “Lo interesante fue que nos dijeron que, para ellos, no es fácil acceder a panes artesanales de masa madre al 100%. Nos dijeron que el pan tenía un buen balance de acidez, comparado al pan de masa madre de panadería”, dijo contento.
El sabor de lo orgánico
Desde Lules, Lucio Oña llevó frutillas orgánicas. Señaló que la diferencia con las convencionales radica en los químicos con los que se cultivan y en el sabor. “La frutilla orgánica es muy distinta a la convencional por los químicos con los que se cultiva la última, también varía su sabor. Pero se prepara la tierra de la misma forma que lo hacen los grandes productores y la plantación también se hace con los mismos métodos”, detalló.
Contó que no pueden producir plantines propios porque no tienen la patente necesaria para hacerlo: “Compramos los plantines desde La Patagonia. Desde su plantación, hasta que dan los frutos, transcurren seis meses. Compramos alrededor de 35.000 plantas a $280 cada una. Son más caras que las convencionales”.
“Yo tengo diabetes y cuando hago un postre o ensalada de frutas no necesito agregarle ningún edulcorante porque la fruta ya ofrece mucho sabor dulce, más sabor que la frutilla común”, contó Oña.
También advirtió sobre la fragilidad del cultivo. “A diferencia de la orgánica, que es una fruta que perece rápido, la convencional dura más tiempo y aguanta más las inclemencias del tiempo. Una lluvia puede pudrir la planta y el sol fuerte puede dañarla fácilmente”, explicó.
Las gallinas felices
Laura Bruno viajó desde lejos con verduras orgánicas y huevos de gallinas felices. Se definió como emprendedora desde hace muchos años y contó que en su huerta orgánica y demostrativa, además de producir, busca enseñar. “Es demostrativa porque está abierta para que la gente vaya a conocer, vea cómo se trabaja y aprenda si le interesa”.
En esta edición llevó verduras de hoja como repollo, lechuga y acelga; plantas aromáticas como albahaca, orégano y menta; zapallo, batata, mandioca y yacón. Sobre este último, explicó que es un tubérculo andino y ancestral que tiene la apariencia de una batata. Es un alimento funcional por su alto contenido de prebióticos que benefician la salud intestinal. Se consume crudo o en mermelada, y sus hojas tienen propiedades medicinales también. “El yacón tiene la capacidad de bajar los niveles de azúcar en sangre y tiene la consistencia de una manzana y el sabor dulce. Con el excedente de la huerta se les da de comer a las gallinas”, contó y agregó que también cultivan verduras orgánicas exóticas. “Eso atrae muchísimo a la gente, les encanta. Cultivo mizuna, akusay y pak choi”, enumeró.
“Vemos un panorama positivo; la demanda de productos orgánicos sigue creciendo”La productora explicó que el concepto de gallinas felices se relaciona con la forma de crianza: “Viven más de 40 gallinas en un gallinero saneado, con nidos amplios y tienen acceso al pastoreo para alimentarse libremente del excedente de la huerta. Comen de todo”.
Cuando las aves disminuyen su rendimiento, el destino no es el sacrificio. “Cuando las gallinas cumplen el ciclo de postura, que es de dos años, suelen tener un rendimiento menor pero no dejan de ser productivas. Lo habitual es que sean sacrificadas o vendidas muy barato, pero lo que hacemos en nuestro espacio es regalarlas a los vecinos que quieran tener huevos para consumo personal. Luego, se hace el recambio de las pollitas”.
Laura señaló que la rutina de trabajo es intensa. “Es un trabajo de todo el día y sacrificado, desde las 7 a las 2 pero amamos hacer esto”, reveló.
Finalmente, destacó el valor de las ferias: “Las ferias nos permiten tener una relación estrecha con la gente. Los nuevos clientes llegan atraídos por la calidad de las verduras, los colores vibrantes y las hojas más grandes que las habituales pero, la cosa cambia cuando empiezan a consumir los productos orgánicos. Cambia su forma de alimentarse”. Y sobre las devoluciones que recibe, dijo: “Mis clientas me dicen que es un camino de ida, me cuentan las recetas que preparan. Son amorosas y me dicen cómo se refleja lo orgánico en su salud. Es una alegría verlas y saberlo”.
Mariana: contó que empezó a usar jabones orgánicos porque padece rosácea
“Con los jabones comunes terminaba con la piel irritada, pero con los que compro de los artesanos siento un alivio inmediato. Son suaves, respetan mi piel sensible y me gusta saber que están hechos con ingredientes naturales. Es como un mimo diario”, relató.
Betty, en cambio, no concibe su heladera sin yogur natural
“Me gusta porque es un alimento real, sin disfraces. Lo mejor es lo versátil que resulta, con un poco de miel y frutas es el desayuno perfecto; con hierbas y especias puedo hacer un aderezo; y hasta lo uso para hacer algún budín para acompañar el mate. Prefiero pagar un yogur artesanal antes que uno de supermercado porque sé que detrás hay un proceso sin aditivos innecesarios”, afirmó.