Ring, ring… Ring, ring… Atlético, otra vez, pospuso el despertador. El síntoma es recurrente: el “Decano” sigue entrando dormido a los partidos. Y, para despertarse, parece necesitar un golpe, un sacudón, un traspié. En La Plata, el desarrollo fue similar: después del gol en contra de Damián Martínez, el equipo de Lucas Pusineri salió de las sábanas y empezó a atacar de manera incesante al arco de Nelson Insfrán. Pero recién después de recibir ese golpazo en el “Bosque” intentó revertir el 1-0 en contra, que terminó siendo el resultado definitivo.

El “Lobo” salió a comerlo desde el inicio. Ambos tenían el mismo esquema (4-4-2), pero había una diferencia clara en la intensidad. El equipo de Alejandro Orfila ahogó con una presión sofocante a los volantes del “Decano” y provocó múltiples imprecisiones en la salida. No fue casualidad que Marcelo Torres aprovechara un mal posicionamiento de la última línea visitante y, con una emboquillada, casi abriera el marcador para los locales. Estuvo a punto de festejar y de exponer otra vez las grietas defensivas del “Decano”.

Recién a los 15 minutos, Atlético logró acomodarse dentro del campo. La defensa elevó su nivel, el medio intentó imponer el ritmo y el ataque se mostró más activo. Pero los errores no tardaron en reaparecer. A los 27’, Leandro Díaz cometió un infantilismo que condicionó para siempre al equipo de Pusineri: golpeó a Gastón Suso y vio la roja directa. Desde allí, Atlético volvió a retroceder. La premisa del DT ya no era lastimar, sino resistir y sostener el resultado para, al menos, llevarse un punto de La Plata.

El 4-4-1, con Mateo Coronel como única referencia ofensiva, fue la apuesta. Y, como era de esperar, el ataque del “Decano” se volvió casi nulo. Gimnasia, sin embargo, bajó la intensidad y le dio un respiro al visitante de cara al segundo tiempo. Claro, el juego fue escaso y hasta aburrido por momentos. Ninguno imponía el ritmo ni lograba gestar fútbol. Atlético aguantó con uñas y dientes, pero todavía quedaban los 45 minutos decisivos.

La postura “decana” se mantuvo en el complemento. Pusineri no alteró el esquema y, apenas iniciado el segundo tiempo, llegó el baldazo de agua fría: tras un centro de Jeremías Merlo, Martínez intentó despejar y la pelota rebotó en su pierna de apoyo antes de superar a Matías Mansilla. Un tanto infortunado y decisivo en la noche platense.

De inmediato, el técnico movió el banco: ingresaron Ramiro Ruiz Rodríguez y Maximiliano Villa. El equipo levantó un poco el nivel, al punto de que “RRR” dispuso de un mano a mano que Juan Pintado logró despejar. Más tarde, una vez superada la falla eléctrica que interrumpió el juego, Lisandro Cabrera ganó en las alturas y estuvo cerca de empatar. En esa misma fórmula aérea, Marcelo Ortiz también rozó la igualdad.

Pero no alcanzó. Atlético reaccionó tarde, como tantas veces, y otra vez quedó a mitad de camino. El doble problema -el apagón literal en el estadio y el apagón futbolístico en el arranque- se fundieron en una misma postal. Y la sensación que queda es que el “Decano” sigue repitiendo una rutina peligrosa: la de despertar siempre después de un golpe. O, si se juega con el contexto, la de encender tarde las luces del juego.