Primero fue un robo con arma en Tucumán. Después, otro en Buenos Aires. “El miedo me paralizaba, no quería salir sola a la calle”, recuerda Camila Guerra. Pero la abogada y docente universitaria de 32 años decidió transformar ese dolor en un proyecto de impacto social. El camino la sorprendió y, luego de tocar varias puertas, fue reconocida con una beca para líderes de la Universidad de Harvard.

“Recuerdo que me sacaron todas mis pertenencias camino al trabajo y, unos meses después, me robaron el celular, hackearon mis cuentas y me sacaron dinero. No lo podía creer. Lloré, me pregunté ‘¿otra vez?’, pero entendí que todo pasa para enseñarnos algo. Supe que tenía que canalizar ese miedo y dolor en algo distinto”, expresa Camila en un diálogo con LA GACETA.

Esos dos episodios traumáticos no sólo la marcaron, sino que le dejaron una pregunta que no podía ignorar: ¿por qué algunas personas terminan del otro lado de la ley? Esa inquietud la llevó a explorar la educación dentro del sistema penitenciario, y, finalmente, a crear Kallpa, un proyecto que apuesta a la reinserción social y laboral de presos.

BECADA POR HARVARD. Camila tiene 32 años, es abogada, docente universitaria e instructora de yoga. / CORTESÍA CAMILA GUERRA

Nace Kallpa, un puente hacia la libertad

Como si todo estuviera guionado, un mes después de lo sucedido, recibió un llamado del Ministerio de Educación para ser tutora de internos que estudiaban Derecho. “Durante la Facultad siempre había querido dar clases en contextos de encierro, pero nunca se me había dado. Esta vez la vida me puso frente a esa oportunidad y decidí aceptar”, comenta.

EL MIEDO COMO MOTOR. Para Camila Guerra, abogada y docente universitaria, vivir hechos de inseguridad personal la llevó a involucrarse en un proyecto de reinserción social y laboral para personas privadas de libertad. / CORTESÍA CAMILA GUERRA

Pero Kallpa no surgió de la noche a la mañana. Camila plantó la semilla y un equipo de psicólogos realizó la selección de los participantes de la Unidad 10, División de Robos. Ellos evaluaron los perfiles psicológicos y predisposición al cambio. “No todos los internos están listos para este tipo de talleres. Hemos trabajado con quienes más pueden beneficiarse, generalmente los que muestran compromiso y apertura a aprender”, dice Camila.

UN EQUIPO INTERDISCIPLINARIO. El proyecto Kallpa estuvo formado por psicólogos y abogados. / CORTESÍA CAMILA GUERRA

Así, con el grupo elegido, hicieron una prueba piloto con talleres de liderazgo, emprendedurismo, y charlas inspiracionales para formar el puente entre el encierro y la libertad. “Queremos que puedan insertarse en el mundo laboral o crear sus propios emprendimientos, en lugar de volver al mismo entorno que los llevó a delinquir”, explica la joven, quien destaca la importancia de la contención profesional y el acompañamiento del Servicio Penitenciario para garantizar seguridad y efectividad en las actividades.

El programa también incluyó sesiones de yoga y meditación, diseñadas para ayudar a sus destinatarios a manejar emociones y visualizar un futuro distinto. “Les creé una meditación guiada donde se imaginaban el día que salían, quién los esperaba afuera, cómo se sentían… para motivarlos a portarse bien y a estudiar”, cuenta Camila.

VALOR HUMANO. La propuesta busca dar a los internos herramientas reales para romper el círculo entre violencia y pobreza. / CORTESÍA CAMILA GUERRA

Un impacto que cruza fronteras

“Fue increíble ver cómo dos unidades rivales pudieron unirse en una clase de yoga. Ahí me di cuenta de que algo estaba cambiando”, relata emocionada. Uno de los mayores logros hasta ahora es el caso de un ex interno que hoy tiene su propio emprendimiento de muebles y emplea a otros jóvenes recién liberados.

“De no querer salir a la calle por los robos, pasé a liderar un proyecto que puede cambiar vidas y construir un Tucumán más seguro. Hay que involucrarse, actuar y hacer que las cosas cambien”, reflexiona Camila, cuya iniciativa, según ella, se alinea con la política criminal del gobernador Osvaldo Jaldo.

Durante meses, tocó muchas puertas y presentó su proyecto buscando financiamiento, pero por ahora Kallpa permanece pausado. Sin embargo, en 2024 dos docentes de la Universidad de Harvard se contactaron con ella para una entrevista y, a partir de esa conversación, le otorgaron una beca de liderazgo.

Hoy Camila mira hacia el futuro con determinación: perfeccionarse, abrir puertas a nuevos colaboradores y expandir el proyecto a otras cárceles del país. “Mi mensaje para los jóvenes es que sueñen y asuman un rol protagonista en su vida. Yo me metí en el barro y encontré que cada acción puede generar un puente que transforme la realidad”, concluye. Quienes quieran contactarse o sumarse al proyecto pueden escribir a: mariacamilaguerra93@gmail.com