El fútbol, como la vida misma, a veces se parece a esas calles de tierra de un barrio humilde: llenas de pozos, de tropiezos, de curvas inesperadas, pero que siempre conducen a algún lado. Para Aníbal Paz, ese camino estuvo marcado desde la infancia en Obanta, cuando se embarraba hasta las rodillas en una cancha que parecía más un potrero que un campo de juego. Desde allí, en donde la pelota era un refugio y un destino al mismo tiempo, construyó la ilusión que hoy lo tiene en San Martín, con la esperanza de volver a ser importante en el duelo de este lunes contra All Boys.
El mayor de siete hermanos, cargó desde chico con la responsabilidad de abrir caminos en su familia. No le resultó fácil. “Lo más duro fue en 2021, cuando en el mismo año se fueron mi abuela y mi primo. Eso me golpeó mucho y me costó salir adelante”, contó Paz en diálogo con LA GACETA.
Pero lejos de derrumbarse, aprendió a apoyarse en la pelota para seguir soñando. De niño se escapaba todas las noches con su primo Rodrigo Abregú y su hermano Ezequiel Paz a la cancha de San Pablo. “A veces nos íbamos a las 21 y volvíamos a la medianoche, llenos de barro. El fútbol fue todo para mí”, recordó. Justamente ese club, al que siempre llamó su casa, lo vio crecer y salir campeón, y más tarde lo catapultó a Argentinos del Norte, donde en apenas cinco partidos festejó un ascenso a la Primera de la Liga.
Su debut en el Regional Federal Amateur fue otra postal imborrable: convirtió un gol y se lo dedicó a su padre. “Fue muy especial porque estaba viéndome desde arriba de una traffic, en tiempos de pandemia. No lo dejaron entrar a la cancha y entonces vio el partido por sobre la tapia. Se lo dediqué a él, que siempre me apoyó”, relató con emoción.
El fútbol le devolvía alegrías, pero también le imponía dudas. Más de una vez creyó que otros equipos no lo iban a mirar, que su futuro estaba lejos de la pelota. Sin embargo, a principios de 2025 recibió el llamado que lo cambió todo: San Martín lo probó junto a Lucas Sánchez, Bruno Medina y Facundo Alarcón. Eran cuatro chicos de la Liga que buscaban ganarse un lugar en el plantel de Primera.
Aquel enero caluroso jugó, corrió y dejó todo. Con el correr de los días, los otros regresaron a sus clubes, pero Paz se quedó. Fue el único elegido por Ariel Martos para sumarse definitivamente. “Ese llamado fue algo muy lindo, no lo esperaba. Sentía que no iba a llegar, porque es difícil que un club grande mire a jugadores de Liga. Pero se abrió esa puerta y sabía que debía aprovecharla para darle un mejor futuro a mi familia”, confesó.
En la adaptación no estuvo solo. Sus primos Gustavo Abregú y Guillermo Rodríguez lo acompañaron de cerca, le dieron consejos y lo sostuvieron en los momentos de ansiedad. “Con ellos se me hizo todo más fácil”, recordó.
Aunque su posición natural fue la de volante creativo, no dudó en reinventarse cuando le tocó ser lateral izquierdo. “Jugar de tres me ayudó un montón. Aprendí a marcar y me volví más completo”, reconoció. El miércoles contra Maipú, cuando se plantó en la banda izquierda y fue figura, entendió que también podía ser útil en un lugar que no era el suyo.
Paz se emocionó con la ovación que recibió en su debut como titular en San Martín
Tal es así que el respaldo del hincha fue otra caricia al alma. “Cuando recibí los aplausos sentí algo único. Me emocionó mucho porque nunca pensé vivir algo así”, contó. Esa misma cancha que alguna vez lo había visto como rival, ahora lo abrazaba como propio.
Hoy, con 23 años, sigue sosteniendo que su familia es su mayor motor. Su madre, que lloró de alegría cuando le contó que se quedaba en San Martín; sus hermanos, que lo alentaron siempre; y, sobre todo, su hijo Nahuel (de un año y tres meses), al que definió como lo mejor de su vida. “Todo lo que hago es por él, para darle lo mejor”, dijo.
De Obanta a La Ciudadela, de la Liga a la Primera Nacional, su recorrido estuvo lleno de obstáculos y de sueños cumplidos. Este lunes, contra All Boys, quiere volver a demostrar que aquella elección de enero no fue casualidad.