La Selección argentina tiene una cita especial este sábado en el estadio José Amalfitani. Desde las 18.10, Los Pumas recibirán a Nueva Zelanda por la segunda fecha del Rugby Championship, en busca de revancha tras la derrota sufrida en Córdoba (41-24). Los All Blacks, siempre imponentes, volverán a pisar Buenos Aires. Y entre los tantos engranajes que hacen posible su estadía en el país aparece una figura inesperada: la de Ignacio Vigetti, un santafesino que se convirtió en parte de su día a día cada vez que llegan a Argentina.

Lo suyo no fue planificado ni producto de un contrato con la Unión Argentina de Rugby. La primera vez que se cruzó con Nueva Zelanda fue en Rosario, mientras trabajaba en la organización de un torneo. “Conocí a su gente. Les resolví cosas, hice buena relación y, a partir de ahí, me volvieron a llamar”, recordó. Esa primera experiencia fue suficiente para que los neozelandeses lo adoptaran como un enlace de confianza.

Con el tiempo, cada visita de los All Blacks al país incluyó su presencia: desde las reuniones previas por Zoom o correo electrónico hasta la logística de hoteles, entrenamientos y traslados. No es parte del staff oficial y, aun así, su nombre está escrito en la agenda de la selección de rugby más famosa del mundo.

Lejos de esa rutina de élite, Vigetti vive en Santa Fe y es entrenador en CRAI, el club fundado por su padre, donde también jugó al rugby. Cada vez que suena el teléfono y la voz llega desde Nueva Zelanda, pide unos días de licencia en su trabajo y se sube a la ruta. “Me tomo unos días para estar con ellos. Puedo estar en Mendoza, en Córdoba o en Buenos Aires, donde se necesite. Y en la previa, también: en todos los contactos con hoteles, con clubes, en toda la preparación”, explicó.

La diferencia está en los detalles

Compartir quince días con los All Blacks es vivir de cerca una estructura que funciona con la precisión de un reloj. “Ellos son muy exigentes con los tiempos y hay un montón de gente trabajando detrás para que todo salga bien. Seguridad, traslados, organización. Se nota el trabajo cuando todo funciona”, señaló.

La exigencia trae consigo escenas insólitas. Vigetti recuerda un operativo en el aeropuerto que incluyó a la embajada, la policía de la Ciudad, la UAR, el hotel y hasta la aerolínea. “Todo para que fuera más fluido. Hay mucha gente involucrada”, contó.

En la élite del rugby, las planificaciones suelen ser similares. Pero, para Vigetti, lo que hace distintos a los All Blacks es la actitud de sus jugadores. “El primer día que llegaron a Buenos Aires había un camión esperando para cargar valijas y utilería. El primero en bajar fue Damian McKenzie. Me saludó, vio el camión y se subió a recibir valijas. Estuvo casi una hora acomodando todo. Esas cosas los diferencian”, relató.

La escena se repite en cada actividad porque los vestuarios quedan impecables, los platos se levantan solos, nadie espera que alguien trabaje por ellos. Son los mejores del mundo, pero no se comportan como estrellas.

Esa humildad también se refleja en el trato con la gente. “Los chicos se les acercan, les piden fotos, y ellos siempre con actitud positiva. Desde la primera vez me hicieron sentir uno más, nunca un externo”, destacó Vigetti.

La explicación, cree, está en su diversidad cultural, que combina descendientes de británicos e isleños del Pacífico. “Los isleños son más afectivos, como nosotros. Pero todos comparten la misma cortesía”, explicó.

En cada gira también hay espacio para compartir costumbres. “El mate les gusta mucho por la parte social. Y el asado los sorprende. Cuando les cuento que un argentino puede hacer varios en la semana, no lo pueden creer. Lo de juntarse en una peña entre amigos les llama mucho la atención”, contó entre risas.

La vida al lado de los All Blacks le abrió la puerta para experiencias impensadas: conocer lugares exclusivos, probar comidas de chefs reconocidos y recibir un trato diferencial en todos lados. “Son privilegios de estar con una selección nacional. Y cuando estás con ellos, también lo sentís”, reconoció.

Pero, más allá de esos privilegios, se define primero como exjugador y entrenador. “Uno juega siempre. Ahora entreno, pero sigo ligado desde ese lugar. Y voy a seguir haciéndolo mientras tenga tiempo y pueda, porque me gusta”, aseguró.

Después de haber acompañado a la mayoría de los seleccionados que visitaron la Argentina, tiene claro que estar junto a los All Blacks es el punto más alto. “Estuve con casi todos los equipos, pero esta es la experiencia más grande. No hay más arriba que esto”, cerró.

En un rugby profesionalizado y rodeado de estructuras gigantes, la historia de Ignacio recuerda que lo que sigue marcando la diferencia son las personas. Mientras Los Pumas se preparan para enfrentar a los All Blacks en Vélez, él seguirá en la trastienda, como un argentino que encontró su lugar acompañando al mejor equipo del mundo, sin perder nunca de vista sus raíces ni el amor por el juego que lo llevó hasta ahí.