El proceso electoral puede ser analizado usando herramientas económicas y por ahora resaltan los candidatos, en especial los “testimoniales”, que no están para engañar. ¿Para qué entonces? Hay muchas interpretaciones, desde ser una extorsión al votante cautivo, pasando por una muestra de desconfianza hasta una herramienta para la subordinación.
Desvío previo. Los liderazgos existen porque sirve a la sociedad que alguien marque rumbos, consciente o inconscientemente: metas o caminos de organización social, orden económico, enfoques de trato interpersonal, producción de bienes, lo que sea que haga al comportamiento humano, presente o futuro. El liderazgo incluye también el descubrimiento y planteo de soluciones a problemas presentes. Por supuesto, abarca el trabajo con otros para acordar vías comunes. Y todo lo anterior, en lo público y privado, implica un ahorro de recursos y un proceso de ensayo y error. El ahorro está en que unos pocos se dedican a lo señalado evitando que otros desatiendan sus propias tareas; hay una delegación, formal o informal. Pero los líderes no lo son por nacimiento sino por aciertos. Eso les permite ser guías o ejemplos. Aparece aquí lo de ensayo y error, proceso cuya eficiencia depende del marco de reglas de las actividades.
Los resultados tienen que ver con las ventajas comparativas. Algunos destacan en lucidez, o ingenio, o valentía, o carisma, lo que fuere que ayude a decidir, analizar y llevar adelante su acción e influir sobre grupos humanos. Va de la mano con la especialización de trabajo. Que no aplica sólo para los líderes sino para todo. Alguien con potencial de dirigente podría desarrollarlo mucho más si se especializa que si no, alguien sin ventaja comparativa para ese papel podría ser eficiente en lo suyo especializándose. Vale para lo privado y para lo político.
Ahora, se esperaría que la especialización en política ayude a desarrollarla mejor y no parece ocurrir. Pero se estaría mirando mal. Muchos se dedican a la vida política pero no son eficientes en mejorar la sociedad sino en vivir del Estado. Porque en realidad hay pocos profesionales de las funciones públicas en cuanto a especializados en ellas. Por ejemplo, de los nueve diputados nacionales elegidos en Tucumán sólo tres tenían experiencia legislativa nacional previa al actual mandato; de los cuatro que cesan, ninguno tiene chances reales de continuar; entre los candidatos con posibilidades, sólo una está actualmente en el Congreso (vence en 2027 pero se presenta ahora). Entonces, de los nueve diputados seguirán quedando sólo tres veteranos.
En ese sentido todas las listas están en las mismas condiciones. No son novatos en la política (excepto los de La Libertad Avanza) pero los campos de trabajo son diferentes: intendencias, concejos deliberantes, legislatura provincial. Claro que el trabajo legislativo, no importa la escala, da una idea, pero no es igual que la posición nacional.
¿Qué significa tal especialización legislativa? Varias cosas. Por ejemplo, responder a las necesidades de los distritos pero no hacer lo que pida el votante: hay que diferenciar los problemas importantes de los menores, distinguir un pedido sectorial restringido de uno con impacto amplio y diferenciar lo deseado de lo necesario; saber integrar reclamos sectoriales; reconocer tendencias nacionales o incluso mundiales en producción, servicios y ejes de poder; entender el impacto nacional de las decisiones sobre asignación de recursos escasos; saber negociar con otros legisladores, en principio con los del propio partido, y vigilar al jefe de bloque cuando trate con los dirigentes de otros colores; aceptar que existen prioridades; atender el largo plazo.
Se dirá que todo eso describe cualquier posición de liderazgo político. Casi. En gestión algunas capacidades se acentúan, otras desaparecen y surgen otras nuevas. Hay elementos distintivos, escalas diferentes y sobre todo otros actores. En la vida parlamentaria las negociaciones son parte esencial de las decisiones públicas, donde tanto el conocimiento como la confianza entre las partes son fundamentales. Y las dan la continuidad en las funciones.
Puede objetarse que siempre hay novatos. Sí. Pero una cosa es la renovación paulatina, el ingreso a cuerpos colegiados donde la generalidad son veteranos, que los cambios radicales de la mayoría de sus integrantes.
Se trata de las reglas. En Argentina, hacer política con chances de lograr cargos es caro. Por lo tanto, es necesario tener aparatos y los gobernadores son los mejores proveedores. Así, muchos diputados le deben la banca al gobernador y por eso los Presidentes negocian más con los titulares de los Ejecutivos provinciales que con los líderes parlamentarios.
Ahora bien, la continuidad en un cargo legislativo tal vez no proporcione aparato pero ayuda a crear bases, es decir, poder propio. No tiene por qué ocurrir pero eso puede ser visto como un desafío a la autoridad del gobernador. Por lo tanto, a éste le conviene que no haya veteranía parlamentaria. Así, el sistema electoral contribuiría a la falta de aprovechamiento de las ventajas comparativas y la especialización de los políticos, por lo tanto obtura liderazgos. Los candidatos testimoniales podrían ser una expresión extrema. La concentración de poder (peligro de la especialización ejecutiva) impide la generación de equipos de dirigentes y la ineficiencia política hace peligrar los cargos de quienes están hace años. Entonces, en épocas de impugnación de dirigentes tradicionales en vez de apadrinar un candidato se pide el voto a uno mismo; no se trata de elegir un legislador sino de ratificar el liderazgo personal.
Aclaración: todo lo expuesto sobre veteranía y especialización suena a casta, pero no lo es. La casta implica alejarse del ciudadano, vivir siempre del Estado, ser ajeno al real escrutinio del votante, aprovecharse de una posición dominante. Es diferente la permanencia bajo un marco competitivo. Pero como el marco argentino es malo los vaivenes del país son consecuencia de incentivos inconvenientes. La boleta única ayuda porque involucra reducción de costos para competir, pero las fallas del sistema siguen requiriendo, para ser compensadas, una conducta cívica seria al tiempo que justifican un Estado lo menos intervencionista posible.