Hay embrujos que no ceden. Hechizos que atraviesan el tiempo. Un candado invisible los fija para siempre. El destino parece escrito antes de que la pelota empiece a moverse. Los All Blacks son invencibles en Argentina: acumulan 16 triunfos y un empate en suelo rioplatense. Ya es una costumbre rugbística: el haka se impone al malambo, la fuerza maorí supera a las tradiciones pampeanas. Y esa supremacía volvió a hacerse presente en el Mario Alberto Kempes. Los Pumas hicieron temblar al estadio con ráfagas de ilusión, pero la leyenda negra volvió a prevalecer en el inicio del Rugby Championship: 41 a 24.
El comienzo fue un presagio. A los 3’, Santiago Chocobares cometió una infracción sobre Beauden Barrett. El apertura neozelandés pidió los palos y colocó la ovalada en el apoyapelota, dando inicio a la función. La paridad duró apenas tres minutos: desde allí empezó a surtir efecto el conjuro negro. Una maldición que todavía no se rompe en suelo albiceleste.
Los efectos se vieron enseguida. Dos minutos después de los primeros puntos, Argentina tuvo un penal para descontar. El tucumano Tomás Albornoz se preparó, tomó carrera y pateó desde el sitio que había marcado el árbitro. Miles de miradas siguieron el vuelo de la pelota, que se estrelló contra el palo. El estadio suspiró. El deporte también necesita suerte, y en la Argentina casi nunca aparece cuando enfrente están los hombres de negro. No hay esfuerzo que rompa la maldición.
La jerarquía también tiene su lugar. Los All Blacks son los mejores en el handling. Son los amos de las cadenas de pases, del juego veloz, de la búsqueda de espacios. Es una de las patas de su filosofía rugbística, de esa tradición que los convierte en los mejores del mundo. Así llegó el primer try de la tarde: pase tras pase y Sevu Reece encontró un resquicio por la punta, apoyó en la bandera y silenció por un instante al Kempes. Barrett demostró otra vez la calidad de su pegada y puso el 10-0. Dos golpes en nueve minutos.
La reacción argentina no tardó. Con paciencia, hilando fases y animándose a mover la pelota, Los Pumas encontraron en Rodrigo Isgró la primera luz de esperanza. El mendocino quebró la línea y apoyó el try que desató la ovación. Tomás Albornoz acertó la conversión y el 10-7 encendió la ilusión de que esta vez podía ser distinto.
Pero la ilusión dura poco cuando enfrente está Nueva Zelanda. Los All Blacks son especialistas en arruinar fiestas. Y Will Jordan fue el gesto de una jugada increíble: el wing quebró la defensa argentina y le entregó el try en bandeja a Cortez Ratima. Barrett convirtió y estiró la ventaja a 17-7.
Albornoz no se rindió. Fue insistente. Y con un penal acertado, acortó las distancias de manera temporal (17-10). La diferencia era de un try. Pero esa ilusión volvió a apagarse: un maul infalible y Ardie Savea anotaba para el 22-10. Todo se inclinó aún más cuando Reece consiguió su segundo try (29-10). La precisión de Barrett redondeó un primer tiempo demoledor: 31-10.
El descanso trajo aire y orgullo. Felipe Contepomi movió piezas, y Los Pumas salieron a jugar el complemento con fuego en la mirada. El empuje tuvo recompensa: Albornoz, con coraje y habilidad, se escapó entre dos defensores y apoyó cerca de los palos. Él mismo convirtió y el tablero quedó 31-17. El Kempes explotaba, soñando con un milagro.
La rebeldía argentina tuvo premio cuando Joaquín Oviedo, con potencia descomunal, rompió la defensa y apoyó el try que Albornoz transformó en siete puntos. El 31-24 encendió de nuevo la llama. Pero, otra vez, duró poco. Un nuevo conjuro negro terminó por apagarla. El hooker Samisoni Taukei’aho, con un juego marcado por el roce, anotó dos tries y selló el 41-24 definitivo. Es decir: cuando los All Blacks aceleraron, no hubo quién los detuviera.
El silbato final dejó una mezcla amarga: orgullo por la entrega, dolor por la derrota, resignación por la racha que parece eterna. Los Pumas han vencido a los All Blacks en el extranjero, pero en Argentina el hechizo sigue intacto. Cada visita neozelandesa es un recordatorio de que aquí todavía no conocen la derrota. Córdoba quedó con la sensación de haber estado cerca, pero la historia volvió a repetirse. Los “hombres de negro” caminaron por el césped argentino como dueños de un ritual que nadie logra interrumpir.
Algún día la racha se quebrará. Pero ese día aún no ha llegado, y el Rugby Championship 2025 comenzó con la misma enseñanza de siempre: en suelo argentino, los All Blacks son invencibles.