La Compañía de Danza Contemporánea del Ente Cultural estrenará esta noche “Ronda. Prácticas para un cuerpo colectivo”, a las 21 en el Espacio Cultural Don Bosco (Don Bosco 1.886), con entrada gratuita pero aforo limitado -las entradas se obtienen en culturadetucuman.entradanet.com-.
“No es una función, no es una obra, es un encuentro. Un ejercicio para hacer cuerpo en tiempos de urgencia. Bailamos para recordar que el arte también puede ser abrigo, pregunta y presente compartido; a dejar que el movimiento diga lo que aún no tiene forma. La danza no se actúa: se habita, se escucha, se transforma; un acto de resistencia, pero no desde el enojo, sino desde el deseo”, señala su director, Martín Piliponsky.
Anunciado como un “Laboratorio vivo”, es una obra donde conviven “lo acabado y lo inacabado, porque tiene una idea en sí misma y repercute en una especie de repetición que acumula estados, de los que son imposibles de regresar al inicio y van cambiando”, adelanta el director. “Cuando hablamos de acumulación no hablamos de aumento; incluso, puede reducirse. Es pensar que el cuerpo también se cansa. Ese es el estado de este laboratorio: mostrar un tránsito que comienza y continúa, que termina pero empieza inmediatamente; que tiene comienzo pero no fin, o que no tiene fin pero sí comienzo”, agrega para LA GACETA.
En ese sentido, destaca que “el cuerpo tiene una memoria ancestral, y si nos olvidamos de ella y de la posibilidad de conectarla, perdemos nuestro conocimiento; he conocido gente muy sabia con pocos años”.
- ¿Por qué lo definís como un encuentro y un ejercicio?
- “Ronda” intenta tener un formato distinto, no solo porque está emplazado o sucede en un espacio no convencional, sino también porque está concebido de manera diferente. La creación es grupal, si bien hay una guía y una intención de horizontalizar el proceso creativo, el trabajo es común, dirigido, coordinado y guiado -por decir así- a través mío y de mi asistente, Silvina Koss. En esa horizontalidad buscamos que congenien los deseos, las formas de movernos y de expresarnos. No la considero una obra acabada, sino como una especie de práctica de un cuerpo colectivo, que reúne el saber de cada uno de los integrantes, acompañado de mi mirada.
La danza clásica exige tiempo, rigor y disciplina- ¿Qué distingue a este tiempo de urgencia?
- Vivimos un momento complejo, sobre todo en las cuestiones artísticas, en aquellas que conllevan tiempo, escucha, y un poco más de atención (awareness en inglés), que tiene que ver con una idea de estar atentos y alertas. En este tiempo pospandémico, tengo que hablar desde lo que me pasa: es un tiempo casi sin sentido. Hace poco, después de presentar un documental sobre mi trayectoria, alguien me preguntó: “¿Qué sentido tuvo en tu vida haber viajado tanto? ¿Por qué lo hacías?”. En ese momento de mi vida no me cuestionaba el porqué. No tenía una obligación: simplemente lo hacía. Hoy no sé si eso que hice tendría sentido… Sé que lo hice porque lo sentí. La cultura, últimamente, resuelve lo urgente, lo inmediato, pero no se sumerge en la profundidad de cuestionarse. Falta la posibilidad de mostrar la cocina, lo interno, el sentimiento, la raíz, el corazón, que es lo que este trabajo intenta justamente mostrar del grupo.
La poesía de Inés Aráoz tornó en danza, imágenes y sonidos- ¿Buscar que el arte sea compartido es un objetivo fundamental de tu propuesta?
- Si hay algo que tengo claro en este momento de mi vida es que no quiero estar solo. No quiero trabajar solo, no quiero viajar solo, no quiero crear solo, no quiero bailar solo. Lo hice mucho tiempo, pero ahora es un momento para estar unidos y para creer que la unión potencia, que la unión expande el conocimiento. Todo lo que hoy nos vincula -básicamente la tecnología, principalmente- nos aísla, nos vuelve un poco esquizoides, nos aleja de la intención de lo común, nos individualiza. Y eso debilita la capacidad empática, nuestros sentidos de oler, de sentir, de percibir con todos los sentidos, de escuchar, de disfrutar el estar juntos.
- ¿Cuáles son los fríos de los que nos debemos abrigar?
- Los de la individualidad, de perder la identidad. Uno solo se reconoce y puede sanar con el otro, no en la soledad. Somos seres sociables. El hecho de estar conectados a las pantallas, a una tecnología que es completamente digital, que además muestra una idea muy positivista del ser humano, de la felicidad, de la imagen… una construcción bastante artificial y con poco peso, es de las cosas de las que necesitamos abrigarnos. El abrigo tiene que ver con esta capacidad de reflejarnos en los unos y en los otros, y de poder observar lo lindo, lo feo, lo luminoso y lo oscuro. De eso se trata poder trabajar con el arte, poder trabajar con los otros en lo artístico y con trabajos que permitan mostrarlo, que nos permitan reflejarnos, no solo que nos entretengan o que pongan una división entre observador y observado. “Ronda” intenta meterse entre las personas, invitándolos a un lenguaje más cercano, a un cuerpo más real.
- ¿Es tiempo de resistencia o ya hay que pasar a la reacción?
- Es tiempo de microacciones. Hoy todo lo pequeño que hagamos que tenga corazón, verdad y sentido crea un contexto. Lo bueno y fantástico de este momento es que hemos perdido, de alguna manera, una cuestión de sentido, ciertos ideales o una ética y una moral. Una persona que estudia poco puede ganar mucho dinero, y quien ha estudiado mucho puede no tener trabajo. Hay algo de esta verticalidad, de esta estructura tan pesada que hemos construido, que estamos transicionando, mutando, trascendiendo hacia otra forma de conocimiento. Y es muy interesante lo que hagamos con eso. No hay que mirar el pasado con melancolía; hay que poder mirar el presente como una posibilidad de crear nuevos futuros.
- ¿El artista es un ser político en cada cosa que hace y expresa?
- En el arte en la danza o en una cuestión performática, escénica, el cuerpo es político por naturaleza. Hacemos política con sólo ubicarnos en un espacio. He tenido la suerte de poder zambullirme en la piscina del movimiento, en la tarea extraordinaria de sentir cada una de mis partículas; así he sido un ser político. Tome partido o no lo tome. Y el movimiento expresa una poesía que sólo puede provenir del alma.
- ¿Cuáles son los deseos que te movilizan?
- El encuentro con el otro. Lo grupal, ver a un grupo de personas juntos, pasándola bien. Cuando alguien comparte algo y otra persona escucha. Me moviliza poder escuchar el deseo del otro y crear empatía, poder resonar en la historia de los demás. Creo que el amor es con los otros.
- ¿Qué futuro te imaginás y proponés?
- Me cuesta pensar un futuro. Siento mucho el presente, empiezo a honrarlo, sin exigirle; me cuesta un poco mirar hacia atrás, y el futuro se me parece incierto. Pero lo imagino un poco más pacífico y empático. Hay algo de este tiempo sin sentido que nos debe calmar en esta carrera del ser humano por producir, por construir, por saber. Estamos aprendiendo, o deberíamos aprender sobre eso, para traer un mejor futuro. En lugar de pensarlo como algo decadente, incierto o vacío, lo pienso como un poco más quieto.
Los intérpretes
El elenco de “Ronda” está integrado por Carlos Acevedo, Melisa Bellagamba, Mónica Castro Lorca, Daniel Corres, Antonella Guerrero, María de los Ángeles Aguilera, María Pía Lorente, María Romina López, Diego Martín Machín Martínez, Dolores Martínez, Juan Manuel Martínez, María Alejandra Martínez, Melina Flavia Martínez, Alejandro Ocampo, Abril Antonella Ordoñez Vásquez, Ana Carolina Represas, Natividad Saavedra, Rodolfo Alfredo Salomón y Rafael Alberto Segovia.