Por Fernanda Bringas @muy_fer - Producción general y Sol García Hamilton @solchugh - Producción periodística

En el mapa de las fashion weeks alrededor del mundo, las capitales clásicas como París, Milán, Londres y Nueva York siguen siendo las principales. Sin embargo, hay una nueva protagonista indiscutida que ya no se presenta como promesa, sino como referente: Copenhague. La Copenhagen Fashion Week (CFW) transformó completamente la narrativa de las semanas de la moda, porque para ellos la sostenibilidad no se negocia.

En 2020, Copenhagen Fashion Week presentó un plan sostenible con reglas muy claras: a partir de 2025, solo podrían participar en su calendario oficial las marcas que cumplieran con exigencias ambientales y sociales medibles. Ese objetivo se implementó por etapas durante esos cinco años. Primero con requisitos voluntarios y autoevaluaciones, luego con revisiones y devoluciones, hasta llegar a la obligatoriedad actual.

Para ellos al menos el 50 % de cada colección debe estar confeccionada con materiales “preferidos” —reciclados, orgánicos certificados, regenerados o innovadores de bajo impacto—, junto con trazabilidad total de la cadena de producción, condiciones laborales dignas y prácticas de circularidad como el upcycling o el uso de telas sobrantes.

La exigencia también se aplica a la producción del desfile: escenografías reutilizables, eliminación de plásticos de un solo uso, gestión responsable de residuos y planes para reducir el impacto del transporte de equipos e invitados. Todo se verifica con documentación y auditorías, y si una marca no cumple, simplemente queda fuera.

DEADWOOD SS26 COLLECTION

Este modelo convierte a Copenhague en una de las pocas semanas de la moda del mundo donde la sostenibilidad no es una opción. Y, por supuesto, ya inspira a otras capitales, como Londres, que lo toma como referencia.

Qué se ve en CFW

A diferencia de las pasarelas de París, Milán o Nueva York, que son dominadas por casas legendarias como Dior, Chanel o Gucci, la Copenhagen Fashion Week se destaca por dar visibilidad a diseñadores emergentes y marcas independientes. En esta semana de la moda, no prima el marketing millonario, sino la innovación y el compromiso ecológico. El talento y el mensaje detrás de cada prenda son tan valorados como el resultado final.

Cecilie Bahnsen.
Rotate Bringer Christensen SS26

Entre las prácticas sustentables más habituales se encuentra el upcycling, que consiste en dar nueva vida a prendas o materiales ya existentes para transformarlos en piezas completamente nuevas, evitando así que ropa en buen estado termine en vertederos. También son comunes las fibras regeneradas, como algodón reciclado, lana recuperada o materiales producidos a partir de residuos textiles, que reducen la necesidad de generar nuevas materias primas.

Además, los cueros vegetales y materiales alternativos —hechos a partir de cactus, maíz o piña— imitan la textura del cuero animal sin el impacto ambiental de la ganadería. A esto se suma el teñido natural, que emplea pigmentos derivados de flores, hojas o minerales, reduciendo el consumo de agua y evitando químicos contaminantes.

Nicklas Skovgaard SS26
Marimekko SS26.

Por otro lado, muchas presentaciones se realizan al aire libre, en espacios culturales o involucrando directamente a la comunidad, y a menudo incluyen demostraciones en vivo de los procesos de confección. Así, la Copenhagen Fashion Week no solo se diferencia por quién sube a la pasarela, sino también por el cómo y el porqué de cada prenda que se muestra.

El mejor street style, lo tienen las danesas

Si hay un escenario que define las fashion week, es el que se arma fuera de la pasarela. Los daneses se convirtieron en una referencia global de estilo. Su sello está en los looks minimalistas y relajados, pero también en sus mezclas de prendas cómodas elevadas con toques de color, accesorios llamativos o cortes arquitectónicos.

Foto de Martyna Mierzejewska.
Foto de Martyna Mierzejewska.

Esta temporada, el street style en Copenhagen tuvo un protagonista indiscutido: los lunares. Aparecieron en absolutamente todo. Junto a ellos, el animal print sigue fuerte, especialmente en prendas combinadas con tonos neutros. Las siluetas jugaron con proporciones amplias —pantalones tipo paracaídas, capas livianas, sacos oversized— y la mezcla de estilos fue clave: prendas utilitarias suavizadas con encajes o colores pastel.

Foto de Martyna Mierzejewska
Foto de Martyna Mierzejewska
Foto de Noorunisa Khan.

En el calzado, las ojotas confirmaron lo que ya habíamos contado hace un año: volvieron para quedarse. Las clásicas Havaianas, combinadas con jean, se convirtieron en un look cómodo y canchero que se repitió en más de una esquina de la ciudad.

Gigi Vives.

El accesorio clave fueron los pañuelos de seda, usados principalmente en la cabeza, aportando un aire chic. También se vieron muchos maxi bolsos llevados con el brazo doblado para sostenerlos —una manera de llevarlos que venimos viendo hace meses y que sigue marcando tendencia—.

Foto de Martyna Mierzejewska.
Foto de Edward Berthelot.

Este mix de cómodo y cool es, en esencia, lo que convierte al street style de Copenhague en un estilo que invitan a usarse todos los días.

Foto de Noorunisa Khan.

Copenhague, la ciudad de moda consciente

Más allá de la moda, Copenhague se consolidó como una de las capitales creativas más influyentes del mundo. Su estética minimalista se impregna en la arquitectura, el diseño de interiores, la gastronomía y hasta la planificación urbana.

La ciudad se convirtió en sinónimo de calidad de vida. El uso extendido de la bicicleta, la apuesta por energías limpias y el compromiso con la producción local forman parte de una identidad que cautiva a visitantes y a creativos de todo el mundo. En este contexto, el Danish Fashion Institute posicionó a Copenhague como un laboratorio global de moda responsable y punto de encuentro para el talento emergente. La moda ahí es una expresión más de un modo de vivir que entiende el diseño como algo integral y duradero.

Foto de Noorunisa Khan.

La Copenhagen Fashion Week ya no corre detrás de las grandes capitales, sino que las complementa y, en muchos sentidos, las desafía. Demuestra que la moda puede ser transformadora sin sacrificar la creatividad. El secreto quizás no está en el espectáculo, sino en el porqué y para quién se diseña.