Lucas Pusineri recorre cada rincón del complejo “José Salmoiraghi” como quien revisa el tablero de un avión antes de despegar. No deja nada librado al azar el entrenador “decano”. Habla con los utileros, intercambia ideas con sus ayudantes, se detiene con los médicos, consulta con los preparadores físicos. No es un director técnico que mire desde la distancia: Pusineri se mezcla, pregunta, opina y vuelve a preguntar. El día arranca temprano, pero la oficina de la pensión, en la que el cuerpo técnico tiene armada su sala de reuniones, no se vacía hasta pasada la siesta. Allí, junto a sus colaboradores, disecciona videos, ensaya estrategias, imagina variantes. Todo con un objetivo claro; llegar listo al sábado, cuando Rosario Central, con Ángel Di María como bandera, visite el Monumental “José Fierro”.

No será un partido más. Lo sabe el entrenador y no es sólo por la presencia del ilustre visitante. “Necesitamos seguir prendidos en la tabla”, suelta, como quien da un golpe suave pero firme sobre la mesa. Enfrente no sólo estará un rival con jerarquía con “Fideo” campeón del mundo, ídolo en el ocaso de su carrera, figura capaz de desequilibrar un partido en un parpadeo; para completar el cuadro, será el regreso del público visitante después de mucho tiempo a 25 de Mayo y Chile. El estadio, imagina Pusineri, será una caldera; una olla a presión.

Pero antes de dejarse llevar por la mística, piensa en lo práctico. “Todavía no lo he planificado, pero vamos a tener una marca escalonada que pueda incomodarlo”, anticipa sobre cómo enfrentar a “Fideo”. Sabe que marcarlo no es tarea sencilla: su repertorio es tan amplio como imprevisible. Aun así, recuerda que Rosario Central no es sólo Di María: “Es un equipo con futbolistas que juegan juntos hace años, que tiene un gran recambio y mucho potencial. Neutralizarlos será clave para poder capitalizar a nuestro favor cualquier oportunidad que se nos presente”, advierte.

En la pizarra del entrenador, la batalla se libra sobre todo en la mitad de la cancha. Central suele poblarla con un doble “5” sólido, fórmula que él también emplea para imponer presencia y cortar el circuito rival. “Ellos tienen volantes que manejan muy bien la pelota. Necesitamos ser estructurados, fuertes en nuestra localía y eficaces cuando aparezcan las chances”, explica, convencido de que el juego se ganará tanto en la fricción como en la claridad para aprovechar el momento justo.

Para el DT, los sistemas no son dogmas, sino herramientas maleables. “Un solo esquema es muy poco. Hay que ser versátiles, adaptarse y hacer que el rival dude. El rendimiento individual define todo: si es bueno, cualquier sistema parece el correcto; si es bajo, no hay táctica que salve”, reflexiona. Por eso, no se ata a una formación fija: observa, evalúa y decide sobre la marcha, buscando siempre que cada jugador rinda en la zona donde es más natural su juego.

Entre las piezas que analiza como posibles variantes aparece Lucas “Pocho” Román, una carta capaz de romper el molde, que está dando sus primeros pasos vestido de celeste y blanco. “Puede desequilibrar en cualquier sector, pero atrás del nueve es donde más daño puede hacer”, señala el DT. Su esperanza es que Román gane ritmo y confianza para ser ese toque de calidad que el equipo necesita encontrar cuando el partido se cierra, y las ideas parecen desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos.

En la semana, Pusineri vive entre pizarras y canchas de entrenamiento. El objetivo es afinar la idea, pero también instalar la mentalidad que exige el momento: ganar y jugar bien, en ese orden inseparable según su concepción del fútbol. “Las dos cosas van de la mano. Para ganar hay que ejecutar lo que se entrena, y para que esa ejecución sea efectiva hay que creer en la forma”, resume.

El sábado, cuando el silbato marque el inicio del duelo, quedará atrás la calma meticulosa de la semana. En la línea de cal, Pusineri volverá a vivirlo todo como en sus días de jugador, con el corazón latiendo a la par de la pelota, la mirada fija en cada movimiento y la voz firme para corregir, alentar y ordenar. Sabe que enfrente estará un rival bravo, con talento y jerarquía, pero también sabe que su equipo se forja en el trabajo silencioso de estos días. Y ahí, en esa trinchera invisible que se construye de lunes a viernes, el “Decano” tiene su verdadera fortaleza. (Producción periodística: Carlos Oardi)